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Dialoguemos

El valor de la democracia

Por: Oscar Amat y León P.

Hay ciertos términos que generan consensos alrededor de ellos porque tienen una especie de alto valor en el aprecio que diversos sectores de la población reconocen ante ellos. Uno de esos términos es el de “democracia”, aunque al invocarlo, no todas las personas entendamos lo mismo. Para los sectores que se sienten privilegiados y bendecidos por el actual orden social, la democracia es el término legitimador que concede cierta legalidad a sus fortunas y que justifica su devoción por las libertades del mercado. Es una manera de invocar un orden político en el que se deja de pensar en términos de responsabilidades sociales por los más débiles o por los sectores más vulnerables de la escala social. Es una forma de intentar hacer sentir a las demás personas que las ideas de la solidaridad humana o la justicia social pertenecen a otro orden temporal, a una suerte de arqueología de los valores que alguna vez tuvieron vigencia, pero no más.

Para otras personas, la democracia se relaciona con la participación en la vida pública y la defensa de los derechos humanos; el ejercicio descentralizado del poder; el equilibrio entre sociedad y estado; entre iglesia y laicidad; entre derechos individuales y obligaciones sociales. Como se puede observar, muchos hablamos de “democracia” pero no todos queremos decir lo mismo.

Así, se entiende que en la actualidad en nombre de la democracia se criminalice la protesta, se asesinen ciudadanos  en las calles por la fuerzas del orden y se realicen las componendas políticas más inimaginables entre los diferentes actores, tanto en el Congreso, en las empresas, en las iglesias o al interior de las propias familias, a fin de defender la pequeña o mediana cuota de poder que uno pretenda defender en la escena contemporánea, la cual generalmente,  permite la generación de la pequeña o mediana cuota de beneficio económico que usufructuamos  en ese mismo escenario, gracias al cual cada quien logra su beneficio económico, su manera de sobrevivir.

Fuente: La República 24.06.23

En ese sentido, para esta cultura pragmática y llena de hipocresía, la democracia vale el precio de lo que me permita generar mis propios ingresos. Adiós a las expectativas de mecanismos de participación, rendición de cuentas, ciudadanías interculturales, valores comunes, justicia para todos o como queramos llamarle. En la actualidad no solo es muy triste reconocer que la democracia tenga un precio, sino que mucho peor es constatar que este precio es bastante barato.

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