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Dialoguemos

7 libros sobre las democracias fallidas

Por: Oscar Amat y León

Desde diferentes puntos de vista, un conjunto de autores nos plantean la necesidad de repensar la existencia de «democracias fallidas», las cuales son incapaces de manifestar un equilibrio de poderes; que se caracterizan por mantener un estilo autoritario y abusivo con apariencia de democracia; que no pueden garantizar derechos y libertades fundamentales; que reprimen y descalifican la protesta; y que les han fallado a sus ciudadanos en la prestación de servicios básicos. Esta situación es más preocupante cuando comprobamos que los sectores religiosos fundamentalistas apoyan y son cómplices de esta estrategia de disminución y desacreditación de las democracias, al considerarlas una fuente de resistencia a sus propios planes de imponer una cultura política acorde con sus postulados moralizantes y religiosos.

A continuación les presentamos siete investigaciones que nos ayudan a comprender el fenómeno de las «democracias fallidas»:

1. Goldstein introduce el rol de los sectores político-religiosos en la construcción de nuevas narrativas que apuntan al proceso de desestabilización de los regímenes democráticos en la región. Puedes leer un avance del texto en: https://bit.ly/46QEBzY

«La derecha radical de América Latina que, a diferencia de la europea, es neoliberal sin ambigüedades en economía, ha encontrado en las iglesias evangélicas espacios privilegiados de influencia sobre las masas.»

Goldstein (2022: 17-18)
2. Vergara nos plantea de qué manera los temas centrales de inequidad social y discriminación vuelven disfuncionales a nuestras democracias, una suerte de repúblicas a medio hacer, que terminan enervando la protesta social, como parte del incumplimiento generalizado que la ciudadanía del bicentenario percibe en medio de las vacías celebraciones de sus independencias políticas.

«Brasileños y chilenos, colombianos y peruanos, guatemaltecos y mexicanos rechazan un orden de cosas en el cual -para decirlo con un vals peruano- los seres no son de igual valor.»

Vergara (2023: 27)
3. Chomsky nos advierte que los estados y las democracias fallidas no hay que encontrarlas solo en los países así llamados «en vías de desarrollo». El autor plantea que un estado es fallido cuando es incapaz de proteger a sus ciudadanos de la violencia y cuando este país se considera estar más allá del derecho. Una definición así encaja muy bien en lo manifestado por la política internacional de los Estados Unidos de América, convirtiéndose en un peligro latente tanto para la seguridad de sus connacionales como la libertad y autodeterminación del resto de la humanidad. La frase bíblica de «saca primero la viga que está en tu ojo y entonces veras bien para sacar la paja del ojo de tu hermano» se aplica a un país que se considera el defensor de la democracia y el guardián de los otros países que intentan construir sus propias formas de organización política y social.

«Para 1980, algunos observadores cercanos ya apreciaban paralelismos entre la movilización del extremismo religioso en el auge de los nazis (la Iglesia Cristiana alemana) y un potencial «fascismo cristiano» en Estados Unidos».

Chomsky (2006: 239)
4. Vigil y Zariquiey identificando la diversidad de pueblos y culturas en el Perú plantean la necesidad de reconocer la existencia de ciudadanías interculturales que deberían respetarse y promoverse, desde un enfoque en derechos, para la construcción de democracias que no sean el mero reflejo del centralismo, el racismo y la discriminación sino una verdadera propuesta de inclusión, participación y ciudadanía. Puedes leer el texto completo en: https://bit.ly/3Y0kPhl

«El eje central de una política de desarrollo es, entonces, una política cultural orientada a la creación de condiciones para un diálogo en condiciones de igualdad que potencie las diferencias en lugar de ignorarlas o pretender eliminarlas.»

Juan Ansión, en: Vigil y Zariquiey (2003: 13)
5. Mounk plantea la relación entre el auge y desarrollo de movimientos populistas en diversas partes del planeta y la pérdida de sentido de los valores democráticos y la confianza de parte de la ciudadanía, una suerte de democracia sin derechos. Esta situación se produce especialmente cuando estos movimientos populistas tienden a ser iliberales y se orientan desde una plataforma de una derecha autoritaria.

«Ante unos políticos que parecen cada vez menos capaces de gobernar un mundo crecientemente complejo, muchos votantes están cada vez más dispuestos a votar por cualquiera que prometa una solución simple.»

Mounk (2018: 43)
6. Todorov plantea que los peligros de la democracia no provienen tanto del frente externo, es decir, de quienes no creen en la democracia, sino más bien del frente interno, de parte de aquellos movimientos e ideologías que dicen representar la defensa de la democracia, incluso en nombre de la libertad y que se expresan en fenómenos como el mesianismo político, el populismo y la xenofobia.

«La democracia se caracteriza no sólo por cómo se instituye el poder y por la finalidad de su acción, sino también por cómo se ejerce. En este caso la palabra clave es pluralismo, ya que se considera que no deben confiarse todos los poderes, por legítimos que sean, a las mismas personas, ni deben concentrarse en las mismas instituciones. Es fundamental que el poder judicial no esté sometido al poder político (en el que se reúnen los poderes ejecutivo y legislativo), sino que pueda juzgar con total independencia. Lo mismo sucede con el poder de los medios de comunicación, el más reciente, que no debe estar al servicio exclusivo del Gobierno, sino mantenerse plural.»

Todorov (2012: 13)
7. Melucci establece cómo los movimientos sociales pueden convertirse en «profetas del presente» a partir de la exigencia de cambios en el sentido en que se viven las democracias desde la práctica de la vida cotidiana. Esta acción colectiva de dichos movimientos se basa en una reformulación de las identidades, a partir de prácticas innovadoras y nuevos códigos culturales para interpretar la realidad, convirtiéndose en una alternativa a las «democracias fallidas».

«De ahí la importancia que adquiere la búsqueda de identidad, la exploración del “sí mismo” (self) que llega a los ámbitos más intrincados de la acción humana, a saber, el cuerpo, las emociones, las dimensiones de la experiencia no reductibles a la racionalidad instrumental. De ahí también, el redescubrimiento de una alteridad incurable (el otro, lo otro y lo sagrado), de un espacio de silencio que se sustrae al flujo incesante de comunicaciones codificadas, que busca en lo más privado para recomponer los fragmentos dispersos de una experiencia humana constantemente suspendida en el límite entre el nacimiento y la muerte. Esta forma de conciencia, puede presentarse como un retorno a la religión organizada en el resurgimiento de sectas y grupos fundamentalistas, pero también puede dejar paso a formas secularizadas de experimentar con lo sagrado y a una nueva búsqueda de identidad.»

Melucci (1999: 114)

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