Somos un equipo de profesionales especializados en el estudio, investigación y análisis de los hechos relacionados con la religión y la política en el Perú. Contamos con una basta trayectoria en procesos de formación, investigación, conducción de proyectos sociales, comunicación y espacios de diálogo y concertación en estos dos temas, cuya interrelación ha ido cobrando mayor relevancia en los últimos años en la política nacional y, en consecuencia, las políticas públicas.
Hace un tiempo encontré en Internet un video realizado por el colectivo “Con Mis Hijos No Te Metas”. El video se llama “Sin Libertad” y creo que expresa muy bien cómo le gustaría a este movimiento imponer su manera de ver el mundo al resto de la sociedad: sus reglas, su comprensión del modelo familiar que consideran “natural”, sus prohibiciones y sus más profundos temores. Pero claro, el video está producido en el formato “espejo”; es decir, intentan denunciar que es el otro, el imaginado rival, ése es el que está equivocado, es el que utiliza la fuerza para imponer sus reglas, ese es el que aprovecha los mecanismos del estado para afectar la vida y las libertades de las personas “buenas”.
En la actualidad no solamente estamos expuestos a la crisis de la democracia, al observar al gobierno en manos de una dictadura congresal, sino que estos grupos fundamentalistas y antiderechos intentan también colonizar el sentido común de la población a través de promover el miedo, el odio y el autoritarismo. Una muestra de este tipo de argumento malévolo, se puede observar, por ejemplo, cuando los productores del video en mención comparan a los grupos terroristas, quienes promovían una ideología subversiva, con las ONG de derechos humanos que promueven lo que ellos llaman la “ideología de género”.
Una directora de colegio que amenaza al padre de familia, vestida de rojo (comunista) y que plantea que los niños/as son propiedad del estado
En ese sentido, “Sin Libertad” es una excelente imagen de la distorsión del enfoque de género y detalla con efectiva perversión ese conjunto de fantasmas que, sobre la sexualidad y el poder, mantienen en el obscurantismo y la falta de libertades a quienes suscriben posiciones “cristo-fascistas”, como la de CMHNTM, quienes han olvidado la importancia de la vida en democracia, el respeto a la diversidad y la promoción de los derechos humanos.
Abnegada madre de familia intervenida en su hogar por… ¿la «Policía de Género»?
“Ya no los hacen como antes”. Los fundamentalismos religiosos antiguamente se dedicaban a defender sus creencias de los supuestos ataques que recibían, al entrar éstas en contradicción con el avance del conocimiento científico. Esta situación se ve más claramente reflejado en la oposición que manifestaron a la enseñanza de la teoría de la evolución en los colegios o en la pretensión de imponer el esquema creacionista a ultranza como explicación del origen del universo. La clave para estos grupos fundamentalistas en ese tiempo era defender la fe cristiana para que no perdiese credibilidad ante la opinión pública. Dicho sea de paso, la participación política, en ese entonces, era una cosa completamente prohibida para los buenos creyentes. La defensa del fundamentalismo se trataba básicamente de un asunto de defensa de intereses eclesiales y religiosos contra el avance de la secularización. La política, se decía, era algo mundano o profano, que obstaculizaba el desarrollo de la fe o la espiritualidad en el ser humano.
Sin embargo, estos mismos sectores fundamentalistas del mundo cristiano, tiempo después, al ver las posibilidades y oportunidades de intervenir en la vida política de los países, se esforzaron por ocupar espacios de poder público, y prontamente convirtieron a la política en un nuevo frente misionero para sus organizaciones, a fin de conseguir beneficios para sus propias iglesias e influenciar en las leyes, la cultura o en la opinión pública, impulsando su propia cosmovisión religiosa como si fuese la base moral privilegiada para una ética ciudadana.
Fuente: Mas Igualdad (www.masigualdad.pe)
Esta conveniente preocupación manifestada por los fundamentalismos por un supuesto interés por las políticas públicas en el Perú es una estrategia común de diversos grupos sociales que colocan sus representantes en el Congreso para la defensa de sus propios intereses subalternos. Lo peculiar de la participación política de los sectores fundamentalistas es que, en primer lugar, modificaron la decisión inicial de no inmiscuirse en la política de los países, reemplazándolo ahora por un militante activismo político antiderechos. En segundo lugar, es que a diferencia de otros sectores del protestantismo evangélico, que desde muchos años participan en la vida política del país como ciudadanos/as, estos sectores fundamentalistas han ingresado a la arena política con una agenda que no busca defender o expandir la práctica de los derechos humanos en el país, sino más bien, defendiendo banderas que intentan restringir o limitar el acceso a los derechos a sectores como: las mujeres afectadas por violencia de género; las personas de la diversidad sexual que exigen igualdad, reconocimiento y protección de sus vidas por causa de su orientación sexual e identidad de género; o restringiendo las libertades de niños, niñas y adolescentes a recibir una educación de calidad con enfoque de género y educación sexual integral.
Fuente: Wayka.peFuente: Radio Exitosa
¡Definitivamente ya no hacen a los fundamentalismos como antes! Abandonaron los espacios de sus templos, sus ideas extravagantes sobre el fin del mundo o los ataques contra la teoría satánica de la evolución y ahora pululan por los espacios políticos elaborando proyectos de ley para la defensa de sus enfoques disparatados de los supuestos ataques contra el primado de la familia heterosexual, la supremacía bíblicamente cristiana de hombres sobre mujeres, o las más diversas teorías de la conspiración dignas de una o de varias novelas de ciencia-ficción. Y lo peor no está en que los fundamentalismos hayan mutado de esta forma, lo peor está en que han encontrado un terreno fértil en las bases culturales de nuestro propio conservadurismo y resistencia al cambio. El sentido común de los peruanos/as termina aceptando y creyendo en los miedos que nos venden y termina haciendo eco de las extravagancias de sus propuestas. Así el discurso fundamentalista se convierte en un grave riesgo para la vida en democracia. ¡Estado laico ya, es urgente!
Hay ciertos términos que generan consensos alrededor de ellos porque tienen una especie de alto valor en el aprecio que diversos sectores de la población reconocen ante ellos. Uno de esos términos es el de “democracia”, aunque al invocarlo, no todas las personas entendamos lo mismo. Para los sectores que se sienten privilegiados y bendecidos por el actual orden social, la democracia es el término legitimador que concede cierta legalidad a sus fortunas y que justifica su devoción por las libertades del mercado. Es una manera de invocar un orden político en el que se deja de pensar en términos de responsabilidades sociales por los más débiles o por los sectores más vulnerables de la escala social. Es una forma de intentar hacer sentir a las demás personas que las ideas de la solidaridad humana o la justicia social pertenecen a otro orden temporal, a una suerte de arqueología de los valores que alguna vez tuvieron vigencia, pero no más.
Para otras personas, la democracia se relaciona con la participación en la vida pública y la defensa de los derechos humanos; el ejercicio descentralizado del poder; el equilibrio entre sociedad y estado; entre iglesia y laicidad; entre derechos individuales y obligaciones sociales. Como se puede observar, muchos hablamos de “democracia” pero no todos queremos decir lo mismo.
Así, se entiende que en la actualidad en nombre de la democracia se criminalice la protesta, se asesinen ciudadanos en las calles por la fuerzas del orden y se realicen las componendas políticas más inimaginables entre los diferentes actores, tanto en el Congreso, en las empresas, en las iglesias o al interior de las propias familias, a fin de defender la pequeña o mediana cuota de poder que uno pretenda defender en la escena contemporánea, la cual generalmente, permite la generación de la pequeña o mediana cuota de beneficio económico que usufructuamos en ese mismo escenario, gracias al cual cada quien logra su beneficio económico, su manera de sobrevivir.
Fuente: La República 24.06.23
En ese sentido, para esta cultura pragmática y llena de hipocresía, la democracia vale el precio de lo que me permita generar mis propios ingresos. Adiós a las expectativas de mecanismos de participación, rendición de cuentas, ciudadanías interculturales, valores comunes, justicia para todos o como queramos llamarle. En la actualidad no solo es muy triste reconocer que la democracia tenga un precio, sino que mucho peor es constatar que este precio es bastante barato.
“DESFUNDAMENTALÍZATE” LA CAMPAÑA A FAVOR DE LOS DERECHOS HUMANOS FRENTE A LA VULNERACIÓN Y LA DISCRIMINACIÓN EN EL PERÚ
Este martes 30 de mayo, con la presencia de la Congresista Susel Paredes Piqué se llevó a cabo, en el Congreso de la República, el lanzamiento oficial de la campaña «Desfundamentalízate» la cual convoca a diversas organizaciones de la sociedad civil y activistas independientes, defensoras de derechos humanos.
Frente a los retrocesos en materia de derechos humanos ejercidos por los grupos antiderechos desde el Congreso, en su mayoría religiosos fundamentalistas, la sociedad civil defensora de las libertades y la igualdad, se ha organizado en una nueva campaña para frenar estos avances y defender el Estado de derecho.
Durante el lanzamiento de la campaña, se presentó la investigación «Los Nuevos Movimientos Politico-Religiosos en el Perú» realizada por el Centro de Investigación en Religión y Política (CIERP) en la que se enfatiza una profunda preocupación por el uso de los discursos religiosos fundamentalistas para respaldar la vulneración de los Derechos Humanos en nuestro país.
En su presentación, Oscar Amat y León, Director del CIERP, puntualizó que los grupos antiderechos se gestan desde una narrativa que aparenta interesarse por las libertades de la población y el abuso del estado a los derechos de los individuos y que luego a través de alianzas entre grupos políticos populistas de derecha y grupos religiosos, se va entretejiendo una red estratégica que obtiene gran presencia mediática y respaldo popular utilizando la desinformación y el miedo. Lo más alarmante es que este fenómeno va avanzando en toda América Latina.
Por su parte, Betsabeth Cóndor , consultora del CIERP, aportó que estos grupos fundamentalistas desde la lógica inicial de demandar igualdad religiosa al estado, van añadiendo el no reconocimiento a las poblaciones vulnerables como los LGTBIQ+ y la normativa en cuanto a los derechos sexuales y reproductivos como la Ley que elimina la educación sexual integral en los materiales educativos, el enfoque de género, aborto terapéutico, presionando a los sectores políticos a través de marchas multitudinarias convocadas, entre otros por el colectivo “Con mis hijos no te metas” donde el actuar de los operadores político-religiosos en el Congreso ha sido crucial para bloquear los esfuerzos por las poblaciones más vulnerables.
También se hizo presente la congresista Susel Paredes Piqué quien calificó como un trabajo muy útil a la investigación y los hallazgos presentados, sobre todo para quienes hacen política partidaria desde los activismos. Asimismo advirtió de las nuevas formas de hacer política de los antiderechos que buscan someter y coartar las libertades. «Yo, tengo derecho a creer lo que yo quiera, el problema aquí son los movimientos políticos-religiosos que quieren venir a imponer su pensamiento», señaló Paredes.
Igualmente, Paredes reconoció que estos grupos han ganado territorio y avanzan con convicción en la agenda antiderechos, apropiándose de los términos como pro vida o pro familia “Porque pro vida y pro familias (en plural) somos todos, que estos nuevos movimientos políticos y religiosos no nos quiten nuestro derecho a la salud, no nos quiten nuestra identidad, ni nuestro derecho a ser ciudadanos felices”.
Seguidamente, Luisana González, coordinadora de la campaña Desfundamentalízate, hizo la presentación de la misma resaltando la necesidad de hacer incidencia política a través de acciones públicas para dar una contundente respuesta a estos grupos fundamentalistas y sus operadores en el Perú. Lo que ha puesto en riesgo seriamente los procesos democráticos y la promoción de los derechos humanos.
Posteriormente, representantes de algunas de las organizaciones que integran el grupo impulsor de la campaña Desfundamentalízate, dieron lectura a un pronunciamiento, haciendo mención a las medidas e iniciativas legislativas que son un peligro para los derechos de niñas, niños, adolescentes, mujeres y personas LGBTIQ+, poblaciones históricamente desplazadas y vulneradas.
Finalmente se cerró el evento en la plaza José Faustino Sánchez Carrión con la participación de la Batucada a cargo de la Red de Mujeres del Tambor y Gestoras Culturales.
Este Encuentro se llevó a cabo los días 1 y 2 de abril con el objetivo de promover un espacio de intercambio de conocimiento y debate sobre los fundamentalismos y sus impactos en diferentes aspectos de la política, economía y derechos humanos en Perú. Es importante mencionar que la actividad se organizó de manera conjunta entre la Fundación Friedrich Ebert (FES) y el Centro de Investigación en Religión y Política (CIERP), contando también con el apoyo de Pan para el Mundo.
La apertura de la jornada inició con palabras de Bienvenida por parte de Sara Brombart, representante de la FES en el Perú, seguidamente en representación del CIERP se dirigió a las y los asistentes del evento Oscar Amat y León, uno de los Directivos de esta organización. A partir de esto, el programa que duró dos días, estuvo enfocado en propiciar la integración, el debate y la reflexión individual y/o colectiva de las y los participantes para contribuir a posibles cambios positivos en sus contextos de convivencia partiendo de experiencias de encuentro entre miembros representantes de un total de 29 organizaciones de sociedad civil que hacen trabajo de lucha en todo el territorio nacional.
El Encuentro igualmente buscó que las y los participantes lograran identificar de qué manera la situación actual del país y el avance de las agendas antiderechos en Perú está relacionada con el trabajo de incidencia y promoción humana de nuestras organizaciones. A partir de este objetivo propuesto se diseñaron estrategias en el programa del evento que permitieron el sano debate y la reflexión sobre las consecuencias de la coyuntura social actual en el Perú en cuanto al avance de las agendas antiderechos y su impacto en el trabajo de defensa de los derechos humanos que realizan sus organizaciones. Alcanzando por una parte el reconocimiento de estas acciones y también la discusión de opiniones diversas respecto a la temática.
Durante el desarrollo de la jornada de Encuentro, las y los participantes pudieron conversar sobre los fundamentalismos político-económico, religioso y de género; logrando definir cada uno, caracterizar estos grupos fundamentalistas desde su intolerancia hacia quienes piensan diferente, su demostración de violencia al atacar a quienes actúan distinto y su miedo al cambio, así como su impacto en los derechos humanos, haciendo énfasis en los derechos sexuales y reproductivos, la educación, la familia, espacios políticos de poder, salud y otros.
Cabe destacar que durante el evento se destinó un espacio para presentar la Campaña “Desfundamentalízate” exponiendo los objetivos, quiénes la integran, su importancia, los mensajes claves que serán trabajados, el público objetivo y por supuesto la invitación para todos y todas en participar como grupo ALIADES de manera conjunta con el grupo impulsor y así avanzar en las acciones desfundamentalizadoras de la Campaña.
El viernes 3 de marzo se dio inicio al curso «Los Fundamentalismos ayer y hoy», organizado por el Programa «Religión, Género y Derechos Humanos» del Centro de Investigación en Religión y Política, CIERP. Dicha actividad académica se realizó en las instalaciones de Pan para el Mundo y se contó con la participación de dirigentes/as de organizaciones y movimientos sociales, con el objetivo de develar las estrategias utilizadas por los fundamentalismos en el espacio público.
La primera sesión fue desarrollada por el profesor de la Pontificia Universidad Católica, Rolando Pérez, quien analizó qué son los fundamentalismos, entendiendo el fenómeno como una matriz fundamentalista-colonial. Los participantes
La metodología pedagógica del desarrollo de la sesión híbrida, de modo que permitió la participación online de los estudiantes residentes en regiones. Los estudiantes pudieron conocer los distintos tipos de fundamentalismos, así como comprender sus mecanismos de acción en la sociedad civil y el Estado, sobre todo su capacidad de incidencia para lograr el retroceso de derechos.
A la vez, el docente relacionó la presencia de los fundamentalismos en el Perú con la dramática crisis sociopolítica que atraviesa el país. Se concentró en el arraigado racismo estructural de la sociedad peruana, como en el etnocentrismo presente en la clase política y en ciertas clases sociales.
Si deseas mayor información de este curso y de las actividades desarrolladas por el programa, comunícate con nosotros al correo cierp.programa@gmail.com
Proyección de los posibles escenarios de la actuación política de los evangélicos en el 2023
Por: Oscar Amat y León & Miguel Ángel Castro
Se inicia el año 2023 en un contexto muy convulsionado para la sociedad peruana, en medio de una realidad compleja y violenta, en la cual los sectores evangélicos han jugado un rol de defensa del orden vigente, por encima de la justicia y de los intereses de los sectores más vulnerables.
El 2022 ha sido un año en que miembros del liderazgo evangélico relacionados con el Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP) lamentablemente han fallecido (Víctor Arroyo, Pedro Merino) o su salud se ha visto afectada (Pedro Arana), dejando un espacio vacío que rápidamente ha sido llenado por líderes neopentecostales (Eduardo Concha, Cristian Scheelje, Miguel Bardales) quienes han asumido un control de los espacios representativos de los evangélicos (CONEP/UNICEP) y ahora se encuentran en pleno proceso de obtener legitimidad, a todo costo, ante los organismos de la sociedad civil donde el CONEP formaba parte.
En medio de este contexto global (social y eclesial) el Centro de Investigación en Religión y Política (CIERP) presenta lo que consideramos serán las grandes tendencias de los próximos escenarios de actuación política de los evangélicos, en los cuales se producirá el debate sobre el eje: Religión, Género y Derechos Humanos en el Perú del 2023:
1. Los nuevos «caminos de unidad»
En el Perú, desde la crisis religiosa en torno al debate producido en el mundo evangélico por la aprobación del artículo 50 de la Constitución del Perú, en 1993, existen dos federaciones que procuran representar a los evangélicos: por un lado, tenemos al Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP), la más antigua, que data de 1940 y que recibió el reconocimiento de parte del informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación por su rol protagónico en la defensa de los Derechos Humanos en el Perú, durante el período (1980-2000). De otro lado, a raíz del debilitamiento del CONEP y finalmente ante su anuencia a la aprobación del artículo 50 de la Constitución Peruana de 1993 anteriormente mencionado, un grupo de iglesias no denominacionales vinculadas al sector neopentecostal, acusaron al CONEP de aceptar condiciones, sobre la igualdad religiosa, que no eran las más favorables para los evangélicos. Estas iglesias aspiraban lograr constitucionalmente, una situación de igualdad de privilegios con la Iglesia Católica. Ante esta situación las iglesias insatisfechas con el rol representativo del CONEP formaron, en 1993, la Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú (UNICEP), en un clima de crisis institucional y enfrentamiento entre ambas organizaciones.
Con las crisis sufridas por el CONEP desde 1993 (su debilitamiento institucional, la pérdida de varias denominaciones evangélicas miembro, su profunda crisis financiera y la salida de varios de su líderes más representativos) todo esto ha llevado a que la presencia de liderazgos vinculados al mundo neopentecostal tengan una mayor fuerza y presencia tanto en las asambleas como en las Juntas Directivas elegidas al interior del CONEP. Es así que la última elección la presidencia de la Junta directiva haya recaído en Eduardo Concha, pastor de la Iglesia Agua Viva, una iglesia neopentecostal con muchas afinidades, a nivel de visión y estrategias, con el proyecto de UNICEP. En la práctica el copamiento neopentecostal del poder en ambas federaciones crea las condiciones para que en el 2023 ambos espacios sean la plataforma eclesial para las coordinaciones con el trabajo de los congresistas evangélicos anti-derechos y para que los neopentecostales obtengan una mayor presencia en los espacios de sociedad civil en los que participan, desde la defensa de una agenda pro vida y pro familia, teniendo en su horizonte teológico y político, la lucha contra la así llamada «ideología de género».
Material repartido por CONEP y UNICEP en un evento organizado por el congresista Alejandro Muñante, octubre 2022. Ahora entendemos mejor cuál es la nueva historia que ambas instituciones tienen por escribir.
2. La aventura política de los evangélicos
En el 2023, los evangélicos seguirán deslumbrados por las muestras de poder e influencia de los evangélicos políticos. Si bien en la actualidad no todos los evangélicos están de acuerdo con que los creyentes participen activamente en política, este grupo es cada vez más reducido. La discusión en la actualidad gira en torno a cómo debe ser la participación de los evangélicos en la política. Y en este caso, las opiniones son amplias y variadas.
Hay algunos sectores que estarían dispuestos a implantar una teocracia evangélica, en base a una lectura fundamentalista de la ley de Dios, siendo capaces de convertir los pecados personales en delitos civiles. Hay otro sector que durante el 2023 seguirá en aumento y que es más proclive a la defensa de los roles de la familia tradicional. Este grupo está abiertamente en contra del enfoque de género y la igualdad entre hombres y mujeres en la iglesia y la sociedad. Este sector pretende utilizar la política para la defensa de la visión y los intereses de las iglesias evangélicas, por lo cual, seguirá gozando de la aprobación de los sectores eclesiásticos evangélicos.
Pero además, en el 2023, se volverá más clara y más peligrosa para la democracia, la existencia de un sector político evangélico, más pragmático en cuanto a defender sus propios intereses y a sus aliados no evangélicos. Este sector usará en apariencia el discurso conservador y apelará a la moral evangélica para legitimarse, pero su principal pretensión serás asegurarse un espacio más estable dentro de la clase política, disfrutar de los beneficios de ser protagonista en la opinión pública y no tendrá escrúpulos para sostener alianzas políticas con sectores que participan de la corrupción y otros delitos, siempre y cuando éstos tengan una apariencia de lucha contra la así llamada «ideología de género». (Ver el concepto de «políticos antiderechos» en el trabajo de Amat y León & Condor, 2020, en: https://bit.ly/3GeZ7h3)
Este sector justificará sus alianzas ya no en base a la calidad moral de sus aliados, sino que estará dispuesto a minimizar las inconductas personales de sus colegas políticos o las violaciones de derechos humanos que se cometan, sobre el supuesto que solo Dios puede juzgar a sus ungidos (pastores o políticos) mientras que éstos afirmen una postura claramente pro vida y pro familia.
Congresista evangélico Alejandro Muñante, junto con otros miembros de su bancada.
3. El nuevo discurso eclesial: ser una iglesia relevante
En el año 2014 el pastor Robert Barriger, de la iglesia Camino de Vida (una de las iglesias neopentecostales más conocidas en el país) publicó un libro que se llama «La iglesia relevante» en el cual se brindan consejos sobre cómo producir el cambio del modelo tradicional de hacer la misión de la iglesia a un modelo más «moderno» y actualizado a las características culturales y las preferencias de consumo religioso de la juventud. De esa manera, piensa el autor, la iglesia se vuelve un modelo atractivo para la gente no evangélica y se vuelve una comunidad visible, irresistible, notoria y relevante. En síntesis, es un llamado a pasar -eclesialmente hablando- del mundo tradicional y rural, al mundo moderno y urbano:
«Hoy día encuentro esta curiosidad: en nuestra iglesia tenemos la posibilidad de llegar a muchos pueblos olvidados en la sierra alta del Perú. Ahí podemos ver lugares donde los padres y abuelos han practicado por generaciones las mismas costumbres y tradiciones. Se visten igual que sus antepasados de hace 500 años, trabajan sus cultivos tal y como sus padres, abuelos y antepasados lo hicieron. La mayoría son analfabetos, no tienen que leer ni escribir porque se levantan temprano para ir a trabajar en sus cultivos y regresan tarde a casa para dormir. Por otro lado, sus hijos tienen Facebook y se comunican por correo electrónico. Esto nos dice que las fronteras del mundo en la actualidad están cayendo».
Lo interesante del caso es que en el último desayuno del año, organizado por la Sociedad Bíblica Peruana , llamado «Ser iglesia en el año 2023», los tres conferencistas del evento (Concha, Scheelje y Bardales) desarrollaron de manera implícita y explícita, ideas relacionadas con el concepto de ser una iglesia relevante en el 2023, como pueden verlo en el siguiente video: https://bit.ly/3GfY2WC.
El objetivo es lograr visibilidad y prestigio a través del manejo de las adecuadas relaciones con el poder político, con el establecimiento de relaciones clientelistas con grupos poblacionales necesitados a quienes se puede deslumbrar con donaciones provenientes del exterior, dejando de lado tradiciones y prácticas evangélicas que no están más acorde con los tiempos contemporáneos y que más bien se convierten en un obstáculo cultural para la llegada de otros sectores sociales de mayor nivel social a las filas de los evangélicos, ahora convertidos en «cristianos a secas». Y es que muchas de estas iglesias prefieren referirse a sí mismas como iglesias cristianas, en lugar de utilizar el término «evangélicas», asociado a sectores rurales y pobres urbanos.
Eduardo Concha, presidente del CONEP, en conferencia «Ser iglesia en el año 2023», organizada por la Sociedad Bíblica Peruana (SBP).
«La visibilidad en este mundo es tan importante como la habilidad. En la actualidad no solo debemos tener habilidad sino también visibilidad. Ser visible para que la gente se dé cuenta de nosotros, para poner nuestro mensaje entre los cinco mil diarios que ellos ven, y que nuestro mensaje sobresalga para que se den cuenta del poder que tiene. Hoy día hay mucha «bulla» en el mundo, pero recuerda: nuestro mensaje puede ser admirado, observado y oído. La iglesia tiene que tener visibilidad»
Barriger, R. (2014). Una iglesia relevante.
Por lo cual creemos que en el 2023 las iglesias evangélicas, especialmente las consideradas como las mega iglesias de corte neopentecostal, pretenderán obtener una mayor aceptación por parte de la opinión pública haciendo uso de sus recursos humanos y materiales, con la intención de ampliar sus niveles de influencia, obtener reconocimiento del estado y otras instituciones, competir en la tutela moral del país con la iglesia católica y ser capaces de introducir los elementos de su agenda pública en la mayor cantidad de espacios posibles del estado y la sociedad civil.
Y estos sectores de la iglesia evangélica van a realizar esta acción como parte de su sentido misionero, movilizando a su feligresía a asumir una serie de compromisos para lograr la famosa relevancia, no solo como un elemento de prestigio social, sino como una manera de prevenir el avance del comunismo, el pensamiento progresista y la «ideología de género». La iglesia evangélica movilizará un espíritu de cruzada para «salvar» al Perú no solo espiritual o religiosamente, sino para «salvarlo» de caer en el gobierno de ideologías de izquierda, a las cuales se les identifica como la personalidad del mal a nivel político.
«La filosofía que yo prefiero seguir es esta: los cristianos somos sal y luz en la tierra; los cristianos debemos estar en esos lugares (música, TV, artes, política, etc.) para ejercer influencia. Y si Dios está ordenando a la iglesia cambiar, tenemos que cambiar. (…) Mi mentor, el doctor Edwin Louis Cole, dijo lo siguiente: «Cuando Dios ordena cambio, el cambio vendrá de arriba por revelación o de abajo por revolución. Pero siempre vendrá». Es mucho mejor, de hecho, cambiar a los líderes de arriba por una revelación que por una revolución. Pero si Dios ordena el cambio en la iglesia, es tiempo de cambiar.»
Barriger, R. (2014) Una iglesia relevante.
4. Una feligresía sumisa y otra insumisa
Diversos estudios realizados en el Perú (Oscar Amat y León & José Luis Pérez, 2020, 2021 y 2022) han demostrado que en materia electoral, por ejemplo, los evangélicos no votan en las elecciones generales según las consignas u orientaciones de los principales líderes pastorales de sus iglesias ni de sus operadores mediáticos. El voto evangélico, se ha concluido, es diverso y variado. A diferencia de otros países, en el mundo evangélico peruano no es totalmente cierto que «el hermano vota por el hermano».
Asimismo, en la encuesta aplicada a creyentes evangélicos en Ayacucho, Lima y San Martín, en el estudio realizado por (Amat y León & Condor, 2021) se comprobó que los miembros de la feligresía no opinan de la misma manera que sus pastores que participan en el Colectivo Con Mis Hijos No Te Metas, en temas como: el enfoque de género en educación, el derecho a decidir en las mujeres y la necesidad de la educación sexual integral en las escuelas. Según este mismo informe: «Es interesante notar que el 64% de la población encuestada cree que sí se debe enseñar Educación Sexual a los niños y niñas en los colegios. Sorprende que la población evangélica en su mayoría no haya internalizado el mensaje en contra de la enseñanza de la ESI en la escuela.»
Sin embargo, existe un amplio espectro de creyentes evangélicos que siguen las opiniones políticas y las orientaciones morales de sus pastores como si éstas fueran parte de la doctrina del cristianismo o del credo oficial de sus denominaciones. La pretensión de tener libertad de opinión sobre temas públicos en las iglesias evangélicas es un bien muy escaso. La espiritualidad de un creyente es medida, en la mayoría de ellas, en función del principio de obediencia a la autoridad pastoral, antes que, de la libertad de conciencia o del libre examen de las Escrituras.
Por tanto, en el 2023 aumentarán las tensiones entre sectores evangélicos a nivel de conflicto de mentalidades y choque de cosmovisiones; las cuales se expresarán en la toma de distancia de un sector evangélico pensante y dialogante, respecto de las líneas más autoritarias y fundamentalistas del liderazgo mayoritario evangélico. Un buen número de creyentes evangélicos, entusiasmados por el eje de la libertad cristiana y la lucha por la justicia, profundizarán en una búsqueda de la experiencia espiritual no institucional, procurando un seguimiento de discipulado radical, tomando distancia de las relaciones con las componendas políticas, la corrupción y la manipulación religiosa en sus propias iglesias.
Por otro lado, en el 2023, amplios sectores del fundamentalismo religioso radicalizarán las medidas a tomar contra el pensamiento divergente y promoverán el seguimiento del pensamiento único, como valor religioso. En síntesis, podemos decir, que en el próximo año tendremos una iglesia evangélica insumisa y minoritaria que será claramente diferenciada de una mayoría evangélica, sumisa a la hegemonía de su liderazgo pastoral.
5. La cruzada contra la «ideología de género»
Una de los grandes objetivos del sector evangélico vinculado con los colectivos y movimientos anti-derechos ha sido la creación de una agenda pública que pueda movilizar a los diferentes sectores del mundo evangélico. Esto implica movilizar: a la feligresía evangélica, a sus liderazgos pastorales, a las iglesias independientes no denominacionales, a las grandes denominaciones evangélicas, a los seminarios e instituciones de educación teológica, a los ministerios para-eclesiásticos, a las ONG de inspiración evangélica y a las federaciones y otras organizaciones que representan a los evangélicos a nivel de las regiones.
Esta tarea ha sido cumplida de manera exitosa por los fundamentalismos político-religiosos con la creación del miedo a la así llamada «ideología de género», el cual ha sido popularizado tanto por el mensaje de ciertos sectores de la iglesia católica, como de la mayoría de las iglesias evangélicas. Es así que estos grupos han identificado la perspectiva de género con el resurgimiento del terrorismo y de la subversión en el país; han introducido la idea de la existencia de un conflicto cultural en torno al postulado que afirma que «el género es una construcción social», y de esta afirmación han derivado los juegos mentales más macabros que supuestamente irían en contra de la identidad de las personas, la destrucción de la familia o la homosexualización de la niñez.
Algunos de estos sectores evangélicos promotores de la agenda anti-género, han tratado de traducir el miedo y el conservadurismo de gente de iglesia, pero también de la ciudadanía en general, para convertir estos dos elementos en réditos políticos personales para candidaturas y postulaciones a puestos públicos en base a presentarse como si estos personajes fueran defensores de la decencia pública, la moralidad cristiana o el ordenamiento patriarcal. Sin embargo, la política del miedo ha traído resultados electorales relativamente poco auspiciosos hasta la actualidad. No todos los candidatos que han enarbolado las banderas pro vida y pro familia han logrado el éxito que esperaban, pero otros sí lo han logrado.
Por todo ello, afirmamos que en el 2023, la agenda pública pro vida y pro familia procurará ser convertida en una cruzada religiosa por los políticos anti-derechos para instrumentalizar el capital religioso de las iglesias evangélicas en beneficio del fortalecimiento de sus propios liderazgos. Esta cruzada será aceptada por líderes evangélicos que intentarán usufructuar la crisis política del gobierno actual, convirtiéndose en referentes de moralidad pública, empleando terminología como «lucha contra la corrupción», «integridad» y «defensa de la democracia» para desacreditar a las organizaciones que promueven los derechos humanos, para criminalizar la protesta y para auto convocarse como mediadores de los conflictos sociales en el país.
6. La oportunidad de las iglesia evangélicas en el interior del país
El crecimiento evangélico en el Perú, a nivel cuantitativo, ha ido disminuyendo con el paso de los años. Las iglesias evangélicas crecen pero no al ritmo que se esperaba. La alternativa de un cristianismo espiritual y no institucional ha venido aumentando en los últimos años, hasta el punto de convertirse en la gran tendencia estadística entre las preferencias religiosas de la población en un contexto de post pandemia.
El mundo evangélico en el interior del país que había sido un bastión de crecimiento y base social para las grandes denominaciones en el siglo xx, el día de hoy se encuentra en una profunda crisis de definiciones. Por un lado, existe un liderazgo evangélico urbano en las provincias, que intenta sin mucho éxito asimilar o copiar el modelo neopentecostal de ser iglesia, trata de seguir el paso de las tendencias provenientes del evangelicalismo limeño y se da cuenta que sus esfuerzos encuentran resistencia en tradiciones culturales andinas y amazónicas que son una resistencia a la fácil asimilación de los valores que éstas intentan promover.
De otro lado, existe un mundo rural evangélico aislado de los circuitos misioneros «modernizantes». Este mundo rural ha sido descuidado y desatendido por los liderazgos denominacionales, que desde Lima ejercen el gobierno de las iglesias. Es así que algunos elementos de la cultura popular andina y amazónica se han fusionado en el interior del país con la herencia evangélica produciendo signos de una nueva cultura popular y religiosa, que resalta la práctica de los elementos comunitarios, la solidaridad, la búsqueda del bien común y la afirmación de la justicia.
Este mundo evangélico provinciano ha sido reconocido por el informe de la CVR como un factor de resistencia a la presencia de Sendero Luminoso en el conflicto armado y cuya acción heroica ha sido estudiada por el antropólogo Ponciano del Pino, en su trabajo Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso (1996). Sin embargo, este sector evangélico provinciano es resistente muchas veces a los avances de los derechos sexuales y reproductivos, el enfoque de género y la lucha para erradicar la violencia contra la mujer.
Al mismo, tiempo la población juvenil, especialmente las jóvenes mujeres, así como las/los nuevos estudiantes de teología son dos sectores que en el 2023 marcarán una diferencia en la construcción de una manera de pensar más abierta y más favorable a la defensa de los derechos humanos. Para esto será necesario fortalecer la presencia de una educación teológica de calidad en las regiones, la popularización de programas de estudio en ciencias de la religión y la divulgación masiva de herramientas de educación popular para el estudio crítico de las Escrituras a través de redes sociales, a fin de reducir el avance de la influencia del fundamentalismo en las regiones. Asimismo, será necesario contar con una estrategia de encuentros pastorales regionales que impidan que los sectores anti-derechos coopten estos espacios, que por ahora todavía les son ajenos.
7. La atomización de los sectores «progresistas»
La iglesia evangélica en el Perú, desde la llegada de los primeros misioneros en el país en el siglo xix, tiene una larga historia de construcción de relaciones con sectores políticos y sociales a los que podríamos denominar «progresistas», en los inicios de la vida republicana esto se expresó en la formación de alianzas con sectores políticos liberales y anticlericales, en la búsqueda de la expansión de derechos civiles, entre los que se encontraba la libertad religiosa en el Perú.
Luego en el Perú de fines del siglo xix hasta mediados del xx, que luchaba por dejar de ser una república aristocrática, las iglesias evangélicas optaron por respaldar las protestas del movimiento indígena, los movimientos sociales de obreros y campesinos, así como a los nuevos partidos políticos revolucionarios, como el partido aprista de aquel entonces, liderado por Víctor Raúl Haya de la Torre, un joven político que mantuvo una relación amical muy fuerte con el misionero presbiteriano escocés John A. Mackay, de quien recibió apoyo en un período de la historia en el que era común que los colportores o vendedores protestantes de de literatura evangélica llevaran en su equipaje, en la parte superior, los textos bíblicos a vender y debajo de ellos, ejemplares del diario La Tribuna aprista para su distribución.
En la época de la violencia política en el Perú (1980-2000) los evangélicos vinculados al Concilio Nacional Evangélico del Perú, diversos jóvenes teólogos y profesionales del movimiento estudiantil evangélico, así como muchas comunidades eclesiales en el interior del Perú contribuyeron activamente en el proceso de pacificación y defensa de los derechos humanos en el país construyendo un rostro público mucho más progresista ante la opinión pública, el cual muchas veces fue resistido como poco espiritual por los propios líderes evangélicos denominacionales, que creían ver en las acciones proféticas de este sector de la iglesia, una tendencia orientada hacia la izquierda política en el Perú.
«Cuando la violencia se tornó más sangrienta, en el período que el PCP-SL denomina del «equilibrio estratégico», los pastores de estas zonas consideraron que, consecuentemente con su misión religiosa, debían asumir una postura de defensa de la dignidad del ser humano. Esta convicción les permitió enfrentar abiertamente al PCP-SL. Su discurso religioso, que señalaba que por ser la vida creación de Dios, ésta no debía ser eliminada, marcó un hito importante en el procesamiento y respuesta de las congregaciones evangélicas rurales frente a la violencia política, frenando así la prédica del PCP-SL.
Para las iglesias metropolitanas, que cuentan con una mayor estructura organizacional y de recursos, la violencia era interpretada como la ausencia de Dios en el corazón de los hombres, primando como praxis la proclamación verbal del Evangelio para alcanzar la misericordia de Dios para nuestro país. Los condicionantes sociales y políticos no formaron parte de su lectura para entender la violencia política, y ésta fue interpretada desde una espiritualidad divorciada de su contexto social.
Caleb Meza, [director del CONEP en ese entonces] en una entrevista concedida para estos propósitos, señala que: […] con temor y vergüenza […] cuando presentaba los problemas de las iglesias rurales a los líderes denominacionales, la respuesta de ellos era: «Si les pasa algo, por algo será», «El Señor sabe por qué hace las cosas». No estaban muy convencidos que el sufrimiento del campo era injusto. De otro lado, los hermanos del campo tampoco estaban para quejarse, debían resolver sus problemas. Es posible también que el CONEP no haya jugado un rol de interlocutor válido, por no tener la autoridad de no vivir en la zona, de ser muy jóvenes para afrontar a los líderes mayores de las denominaciones. No nos tomaron muy en serio por ser jóvenes o porque nos tildaban de rosados o comunistas».
Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Tomo III, capítulo 3.
El giro institucional hacia la derecha política por parte de los organismos evangélicos y de los liderazgos pastorales es un fenómenos relativamente reciente en la historia de la iglesia en el Perú. Este hecho tuvo su origen en la crisis institucional del CONEP de los años 90, en el apoyo de los evangélicos al fujimorismo en esos mismos años y en el surgimiento de una vanguardia pastoral conservadora vinculada a la Fraternidad Internacional de Pastores Cristianos (FIPAC) que asumió como bandera política la lucha contra la así llamada «ideología de género» durante el siglo xxi.
El pastor y líder político Humberto Lay y el ex dictador Alberto Fujimori: con ellos se inició el proceso de participación política conservadora de los evangélicos en Perú.
A partir de allí se inició en el Perú una persecución pastoral hacia los liderazgos evangélicos que tenían una visión más progresista y ecuménica en la teología y en la política. Líderes religiosos progresistas fueron amenazados o prohibidos de enseñar en seminarios e instituciones teológicas, perdieron sus pastorados al interior de sus comunidades de fe; sufrieron la contracción o el cierre de los fondos de la cooperación internacional y el financiamiento externo; muchas de las ONGs de inspiración evangélica que sostenían proyectos de defensa de derechos humanos empezaron a competir cada vez más entre ellas por fondos cada vez más escasos y reducidos. Algunos líderes evangélicos progresistas al ver en riesgo su propia situación económica, personal y familiar, ofrecieron sus servicios de asesoría a proyectos evangélicos más conservadores o cambiaron su membresía religiosa a denominaciones evangélicas más conservadoras, para poder subsistir. De esta manera el movimiento evangélico progresista se vio atomizado y debilitado frente a la consolidación del poder del sector fundamentalista y conservador en el mundo evangélico durante buena parte del siglo xxi.
Según el investigador José Luis Pérez Guadalupe (2018), existe en el mundo evangélico «una tendencia fisípara y un ADN atomizador» que bien se podría aplicar a la condición de los liderazgos evangélicos de tipo progresista. Existe entre ellos una comunidad de ideales compartidos; sin embargo, los celos, las rivalidades, los personalismos y la competencia por encima de la cooperación, son vicios que debilitan la eficacia de su intervención e influencia social.
Por todo ello, podemos afirmar que en el 2023, los liderazgos evangélicos progresistas enfrentarán la alternativa de cooperar activamente entre sí, superando sus rivalidades internas o perderán la poca eficacia social que aun mantienen, frente al sentido de unidad institucional mostrado por las organizaciones fundamentalistas y antiderechos.
De la misma manera, en el 2023, las organizaciones de carácter secular que defienden los derechos humanos, incorporarán a los actores progresistas religiosos y sus discursos teológicos críticos en su estrategia para enfrentarse a los fundamentalismos político-religiosos, ante la opinión pública y el estado; desterrando paulatinamente la idea de que todo el cristianismo es esencialmente fundamentalista y anti-derechos. Asimismo, promoverán la idea del Perú como un país intercultural donde las personas puedan tener la libertad de decidir si desean o no seguir el camino del ateísmo, la religión o la espiritualidad sin ser discriminados por razones de conciencia; de otro lado, establecerán que el problema del fundamentalismo no está en la mera referencia al texto bíblico en sí, sino en la interpretación que a éste se le otorgue, recuperando el poder liberador del mensaje cristiano, despojándolo de su ropaje tradicional de defensa del orden social y patriarcal.
FOTO: Dina Boluarte y la reunión convocada por la presidenta con representantes de las iglesias: católica, evangélica y cristiana, ¿el fin? solicitar apoyo para el régimen
Por: Oscar Amat y León & Miguel Ángel Castro
En nuestro artículo anterior dejábamos establecido que la respuesta inicial al contexto actual de violencia e inestabilidad política ofrecida por los pronunciamientos de las iglesias y organismos evangélicos podía resumirse en los siguientes puntos:
a) La construcción de una narrativa discursiva conservadora (en algunos casos fundamentalista) priorizando la defensa de los principios del sometimiento a las autoridades y la defensa de la ley y el orden.
b) La promoción de esa narrativa termina alentando a la iglesia (es decir a la feligresía) a legitimar el status quo, priorizando la defensa del orden, y en algunos casos, hasta de la propiedad privada por encima de la justicia, incluso en creyentes evangélicos que por el nivel de pobreza en el que viven, no tienen ninguna propiedad privada que proteger.
c) Como consecuencia de esta narrativa, y en concordancia con la narrativa conservadora de muchos otros sectores sociales, no necesariamente evangélicos, pero que afirman el mismo ideario, se fomenta una insensibilidad ética ante las muertes y demandas de la protesta social.
d) Cuando analizamos este tipo de respuesta evangélica a la realidad social, en perspectiva histórica, resulta que los evangélicos han actuado de una manera similar en otras oportunidades: por ejemplo, en los años 60, a través de su silencio frente a la necesidad de una reforma agraria en el país, que disolviera las relaciones de injusticia impuestas por una matriz colonial estatal perversa, o más recientemente, en los años 80 y 90, cuando amplios sectores de la iglesia evangélica estuvieron de espaldas -salvo honrosas excepciones- a enfrentar con una voz profética las causas de injusticia que generaron la violencia y el conflicto interno en el país, señaladas por el Informe de la CVR.
Los restos de los 6 evangélicos asesinados en Callqui, Huanta, en agosto de 1984 por infantes de marina en las instalaciones del propio templo de la Iglesia Presbiteriana
«Lo más doloroso es que nuevamente la iglesia se ubica una vez más contra los vulnerables, contra aquellos a los que debería defender«
Miguel Ángel Castro – Doctorando en educación / Equipo CIERP
En la actualidad, cuando las cosas se han puesto realmente críticas para el recién iniciado régimen de Dina Boluarte, sea por instinto de conservación político para mantenerse en el poder a toda costa, o sea porque ya lo tenía previamente planificado, la ex vicepresidenta de la plancha presidencial de Perú Libre, convertida ahora paradójicamente en la ejecutante del plan de gobierno del Congreso y de Keiko Fujimori, ante el movimiento de las aguas, decidió buscar a los líderes religiosos evangélicos que pudieran beneficiarle ante la opinión pública. Los medios cubrieron la noticia de la siguiente forma: «Presidenta Boluarte convoca a líderes de iglesias para instalar mesas de diálogo en regiones», así lo indica la nota de prensa del gobierno peruano (https://bit.ly/3PNm6o0), mientras que otro medio virtual señala: «Dina Boluarte convoca a los líderes de las Iglesias para una mesa de diálogo en cada región con protestas» (https://bit.ly/3BYLFg7). Del propio discurso de Boluarte se pudo llegar a la conclusión que «ha convocado a los líderes de las iglesias católica, cristiana y evangélica para instalar una mesa de diálogo en cada una de las regiones que se han movilizado» (https://bit.ly/3Ge22rA)
En la imagen: Miguel Bardales, Eduardo Concha (CONEP) y Cristian Scheelje (UNICEP), entre los líderes religiosos que se entrevistaron con Dina Boluarte
Es así que después de esta convocatoria, los líderes religiosos procedieron a realizar un doble movimiento: en primer lugar, asistieron a la reunión en Palacio de Gobierno con Dina Boluarte. ¿Oportunos u oportunistas?, los jerarcas neopentecostales que lideran UNICEP, CONEP y la SBP, manifestaron su plan de acción: equipararse con la iglesia católica para ofrecer «protagonismo mediador» del diálogo por la paz en las regiones afectadas por la protesta social y ofertar su ya clásica ayuda social, proveniente de las donaciones que reciben del exterior, para convencer a la población de la buena intención y de las bondades de sus organizaciones.
«[Hemos saludado] a la presidenta Dina Boluarte y le [hemos expresado] la voluntad de las iglesias evangélicas de cooperar con ayuda social y de colaborar con el diálogo, en los ámbitos donde se encuentran, para traer la paz, la prosperidad y el desarrollo del país.»
Miguel Bardales – Presidente Sociedad Bíblica Peruana
En segundo lugar, y de manera estratégica, estos mismos representantes del CONEP y UNICEP acordaron suscribir un «Comunicado Interreligioso sobre la crisis política en el Perú», el cual exhorta «a que se realice una investigación transparente sobre la forma en que ocurrieron las muertes durante las protestas», con el ánimo de mostrar una mayor respetabilidad ante la sociedad civil, diferenciándose de lo dicho en los pronunciamientos de sus organizaciones base (CONEP y UNICEP). Esta intención dual de mostrarse conservadores ante su feligresía y de «mente abierta» ante la sociedad civil, es típica del comportamiento político de este sector evangélico, caracterizado por su pragmatismo, por la búsqueda del poder a toda costa y por la falta de una clara definición programática, tanto en lo teológico como en lo ético.
¿Por qué razones podemos afirmar tal cosa? No se trata solo de la estrategia dual de los sectores neopentecostales a la hora de mostrarse de manera diferenciada (alguien diría «mostrando una doble cara») ante su propia feligresía y ante el resto de la sociedad civil. Se trata también de contrastar la realidad actual del comportamiento político de estos sectores ante la oportunidad brindada por Dina Boluarte de otorgarles visibilidad mediática a cambio de que ellos le otorguen a su gestión una credibilidad ética ante la opinión pública. No es casualidad que durante muchos años los diferentes gobernantes, especialmente los dictadores, hayan hecho uso del poder de la iglesia y de la religión para obtener una cuota de legitimidad proveniente del capital religioso.
Es así que, según el informe (https://bit.ly/3jjfDF0) elaborado por Amat y León & Condor (2022), se verifican algunas características del oportunismo evangélico, en materia política:
a) Es así que justamente los tres líderes (Bardales, Scheelje y Concha) que hoy se presentan como intermediarios de la paz ante el gobierno de Dina Boluarte, fueron los mismos que tuvieron una participación activa en la promoción de la candidatura de Keiko Fujimori durante la primera y segunda vuelta opuesta a la plancha presidencial de Pedro Castillo y de la propia Dina Boluarte.
Según este informe «durante la primera vuelta electoral, el acercamiento de Keiko Fujimori con los evangélicos estuvo a cargo del pastor Miguel Bardales, actual presidente de la junta directiva de la Sociedad Bíblica Peruana (…) Las reuniones, principalmente virtuales, de esta primera etapa se realizaron con la participación de varios pastores y líderes evangélicos de diferentes lugares del país», entre los que se contó a «Eduardo Concha, actual presidente del Concilio Nacional Evangélico del Perú».
b) Estos mismos líderes manifestaron una posición ambigua y ambivalente frente a la orientación pastoral que brindaron a su feligresía en materia política.
El mismo informe de Amat y León & Condor señala que «el caso más evidente del giro de una posición aparentemente neutra a otra, disimuladamente a favor de la candidata Fujimori, fue el de la UNICEP (Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú); cuyo presidente, Cristian Scheelje, pasó de representar a una organización cristiana vigilante del proceso electoral y defensora del sistema democrático, impulsora de la iniciativa interreligiosa “Proclama ciudadana: juramento por la democracia”; a ser parte de un grupo de evangélicos que apoyaban públicamente la candidatura de Fujimori, apelando al “mensaje cristiano evangélico de las nuevas oportunidades”
c) Los mencionados dirigentes utilizaron el discurso de intimidación de la población señalando al posible gobierno de Castillo como uno de «izquierda extrema», afirmando el apoyo de los evangélicos a la candidatura de Keiko Fujimori.
con el “Pronunciamiento Evangélico por la Democracia”, difundido por redes sociales el 12 de mayo», el cual afirma que «luego de varias reuniones de trabajo pastoral-eclesial y de escuchar a las distintas fraternidades pastorales del país que nos han expresado su preocupación por un eventual gobierno de izquierda extrema que pueda destruir las libertades civiles que hemos logrado, hemos decidido apoyar a la candidata presidencial Keiko Fujimori. (…) Desde el mensaje cristiano evangélico creemos que las personas pueden tener nuevas oportunidades; por esta razón, tenemos la expectativa que la candidata Keiko Fujimori haga un gobierno democrático, alejado de la corrupción, sin discriminación, sin odios ni rencores, respetando a las instituciones autónomas de nuestra democracia».
Reunión virtual de Keiko Fujimori con alrededor de 700 líderes/as evangélicos y evangélicas. Fuente: La República
d) En la mayor expresión de apoyo a la candidatura de Keiko Fujimori, en mayo de 2021, la candidata de Fuerza Popular tuvo una reunión virtual , organizada por Miguel Bardales y Néstor Encinas, con alrededor de setecientos líderes evangélicos y evangélicas, según la publicación de wayka.pe («Keiko Fujimori recurre a alianza con pastores de Con Mis Hijos No Te Metas» https://bit.ly/3hK5AIZ):
«en este encuentro, Fujimori solicitó el apoyo de los asistentes para lograr la presidencia, (…) los pastores, acto seguido, le aseguraron que harían que los miembros de sus congregaciones vieran con buenos ojos su candidatura y voten contra el “sistema socialista, comunista, chavista, castrista y social-confuso”, concluye la mencionada publicación.
En medio de este río revuelto, donde las organizaciones evangélicas luchan por obtener visibilidad pública y por convertirse en referentes religiosos, una suerte de super capellanes del gobernante de turno que habite en Palacio de Gobierno, los políticos anti-derechos, por su parte, no dejaban de hacer de las suyas. El modus operandi de esta «sagrada casta» de evangélicos presentes en el Congreso ha procurado permanentemente arrastrar a la feligresía evangélica en el duro camino del clientelismo político y de la movilización social en favor de las causas antidemocráticas.
Y en el contexto de una semana llena de movilización, protesta social y represión policial, junto con otros colectivos civiles y religiosos, tuvieron la brillante idea de convocar a «marchas por la paz» y «jornadas de oración» que contribuyeran a borrar de la memoria el recuerdo de las muertes de pobladores ocurridas en el país a manos de las fuerzas del orden, al mismo tiempo que fueran dando la impresión que el régimen de Boluarte cuenta con una base social que se moviliza, que tiene capacidad de convocatoria y que está dispuesta a respaldar las gestiones que contribuyan a fortalecer las acciones del proyecto de gobierno congresal.
El medio «Evangélico digital» en internet (https://bit.ly/3FNt33M) nos informa que «congresistas cristianos de diferentes partidos del Perú que conforman el “Bloque Cristiano” han convocado una Jornada de Oración por la Paz del país, este viernes 16 de diciembre a las 09.00 am (hora local de Lima). Los convocantes son Milagros Jaúregui de Aguayo (Renovación Popular), Alejandro Muñante (vicepresidente de la Mesa del Congreso), Mery Infantes Castañeda (Fuerza Popular) y Javier Padilla (Renovación Popular).»
Jornada de oración «por la paz» del Perú, organizada por el bloque cristiano del Congreso de la República. Fuente: Evangélico Digital.
Cualquiera podría preguntarse, ¿Qué puede tener de malo convocar a una jornada de oración por la paz en el Perú? No se trata solamente de ser estrictos en el llamado a la separación de iglesias y estado en el contexto de un mínimo de decencia de un estado que se pretende laico. Sino que deberíamos preguntarnos ¿por qué la imagen arriba colocada es un reflejo de una de las causas de la crisis política que actualmente estamos viviendo? Una respuesta plausible es que en el momento en que las creencias religiosas de tipo fundamentalistas dirigen los intereses y las voluntades políticas de los legisladores, entonces corremos el riesgo de empezar a tener leyes hechas a la medida de la moral religiosa de estos congresistas, las cuales pretenden ser impuestas como parte de la moral única para la ciudadanía en general.
Así lo razona, por ejemplo, Milagros Jáuregui, casi de una manera cándida, como si estuviera en el púlpito de su congregación y no en el Congreso de la República. Sin embargo, las cosas no se quedan en el ámbito del Congreso. Las conexiones que se forman entre iglesias al servicio del poder político evangélico así como los pragmatismos y la flexibilidad ética de tanto evangélico oportunista, terminan por articular la iniciativa del «bloque cristiano» de los congresistas evangélicos, en este caso, con la movilización de la feligresía de una iglesia en particular: el Movimiento Misionero Mundial (MMM). El MMM ha resultado siendo un actor importantísimo que cumple la labor de servir como operador religioso de los evangélicos políticos ante su propia feligresía y ante la sociedad civil. Conocedores de la situación que atraviesa el país el MMM en coordinación con el congresista Alejandro Muñante, crean «el Frente Cristiano por la Libertad» lo que denominan «una nueva plataforma ciudadana» (https://bit.ly/3WpNUBp) que, desde el MMM, se encargará de ser el ente convocante de las jornadas de oración a nivel nacional, contando además con el aparato mediático de Bethel televisión, el proyecto comunicacional del MMM, como se puede ver en la imagen siguiente:
¿Y a quién tenemos en medio de la marcha, mirando como la iglesia del MMM trabaja para su proyecto político? Pues al mismísimo Alejandro Muñante.
La visibilidad que han logrado alcanzar con estas acciones se puede notar en el informe de la Adjuntía para la Prevención de Conflictos Sociales y la Gobernabilidad, de la Defensoría del Pueblo, que identifica al MMM y al Frente Cristiano por la Libertad en su reporte diario del 21 de diciembre, como parte de las organizaciones involucradas en movilizaciones sociales en este caso de tipo «marcha por la paz» Ver: https://bit.ly/3YOumYN
Feligresas del MMM en plena Marcha por la Paz convocada por el bloque cristiano del Congreso de la República.
La movilización de la feligresía religiosa con fines políticos como lo realizan los evangélicos políticos del Congreso de la República es un atentado contra la democracia, a) en primera instancia por la desnaturalización de la función legislativa del Congreso para convertirse en un espacio de disputa y beneficio a ciertas confesiones religiosas en el Perú y ante la posibilidad de utilizar los espacios congresales como mecanismos de privilegios para sus propias organizaciones religiosas. b) También es un atentado contra la propia Iglesia Cristiana porque la pervierte en un sentido constantiniano de procurar obtener prebendas y beneficios del poder político a cambio de otorgar legitimidad al gobierno ante la sociedad civil. c) Y, en tercer lugar, es también un atentado contra la propia sociedad civil pues ésta se ve enfrentada y muchas veces atacada en las movilizaciones que organiza, por parte de sectores evangélicos fanatizados, que resultan movilizados y organizados como si fuesen bandas cuasi delincuenciales al estilo del grupo conocido como «La Resistencia».
Muy interesante esto que reporta @JacobLKessler. El Movimiento Misionero Mundial, principal iglesia organizando marchas de CMHNTM organiza/apoya ahora estás marchas por la paz. El congresista Muñante, de RP, asistió, 1/n https://t.co/ebl4EjATcC
Agradezco a mi buen amigo, el profesor Omar Coronel por el video que ilustra la presencia de líderes religiosos del MMM en la Marcha por la Paz.
El momento en que la religión sea instrumentalizada como un espacio de promoción de la violencia; el momento en que la intensidad de la experiencia religiosa sea aprovechada para empoderar liderazgos políticos evangélicos que tienen los pies de barro; en el momento en el que el «Jehová de los Ejércitos» sea entendido como el «Jehová de las Fuerzas Armadas» que legitima el uso de la violencia contra el pueblo, en ese mismo momento habremos perdido la brújula de lo que significa ser personas de fe en el Perú y habremos vendido la bendición de nuestra primogenitura por un miserable plato de lentejas que nos otorga como ganancia írrita, las componendas con el poder temporal.
Los enfrentamientos entre el ex presidente Castillo y el Congreso de la República empezaron casi desde el mismo momento de la elección de ambos actores en las elecciones del 2021, pero recoge una ya larga tradición de enfrentamientos entre ambos poderes del estado donde, en los últimos años, han cambiado los nombres de los actores (Kuczynski, Vizcarra, Sagasti) pero siguen respondiendo a las lógicas de obtener el poder a toda costa, por parte de los fundamentalismos políticos organizados como grupos anti-derechos.
En esta última coyuntura las tensiones entre el poder ejecutivo y el Congreso culminaron en un intento sumamente extraño, tanto como fallido, por parte de Castillo, de cerrar el Congreso de manera irregular, lo cual terminó de ser una alternativa viable para el gobierno en el momento en que las Fuerzas Armadas se negaron a respaldar las medidas tomadas por el entonces presidente Castillo y que luego culminaron en su posterior detención y actual prisión preventiva por 18 meses.
El inicio de la violencia
A raíz de estos hechos: la detención de Castillo, la asunción del poder de la vicepresidenta Dina Boluarte, la negativa del Congreso de adelantar las elecciones presidenciales y congresales, se comenzaron a generar en el país olas de descontento popular que fueron contestadas de la peor manera por la gestión de Boluarte con la declaratoria del estado de emergencia a nivel nacional y el uso desmedido de la fuerza por parte de las Fuerzas Armadas y policiales. Es así que diversos sectores y movimientos sociales que salieron a las calles -como en otras oportunidades- a defender la democracia, fueron duramente reprimidos, violentados y acribillados por aquellos que sintieron que las medidas de excepción del gobierno de Boluarte les daba una carta libre para matar y asesinar civiles, en nombre del bendito estado de emergencia
La respuesta de las iglesias evangélicas
Con los informes de la desgracia de los primeros pobladores heridos y asesinados, empezaron a aparecer voces de parte de diferentes sectores religiosos pronunciándose frente a los hechos, cada quien desde el marco de sus propias teologías políticas como de sus proyectos institucionales de posicionamiento público en la sociedad peruana.
Las primeras voces que se dejaron escuchar fueron la de la Iglesia Metodista del Perú y la de la Iglesia Evangélica Presbiteriana y Reformada en el Perú (IEPRP). La primera de ella estableció que vivimos «una situación crítica» caracterizada por el «desgobierno y la violencia», «el desprecio» y «la intolerancia». Recordando la orden del Señor Jesús al apóstol Pedro con la famosa frase «guarda esa espada», la carta pastoral de la Iglesia Metodista afirma que «el arma no tiene valor alguno en la construcción de una sociedad solidaria» concluyendo que «más allá del bando en que (uno) se encuentre, se trata de ser empático con el que sufre, con quien es perjudicado». Por eso es necesario, entre otras cosas, gobernar el país desde los intereses de las poblaciones postergadas, trabajar por fortalecer los espacios democráticos tanto en la sociedad civil como en las instituciones de gobierno, reafirmando el compromiso de velar por quienes menos tienen en esta sociedad. Como se puede observar la postura de la Iglesia Metodista del Perú es clara en cuanto al componente ético de identificación con los sectores más vulnerables, la denuncia profética contra la violencia ejercida contra el pueblo y el llamado a defender la vida, la justicia y la democracia.
Por su parte la postura del documento de la IEPRP es más ambiguo. Y esto porque inicia reconociendo que hay que «acatar el estado de emergencia» a la vez que afirma su preocupación por la necesidad de buscar alternativas a la realización de los cultos presenciales. Vale decir que este pronunciamiento público se inicia desde la afirmación del sometimiento al decreto del estado de emergencia y lamentando que la consecuencia directa de este problema sea no tener cultos presenciales, como si este fuera un asunto primordial en medio de un país que empezaba a desangrarse. Asimismo, el pronunciamiento siguió con la idea de advertir a la población a «no dejarse seducir por mensajes antojadizos y distorsionados de la realidad, pues azuzan a la población hacia la violencia», enfatizando su discrepancia con la movilización y la protesta social que en esos días venía gestándose, respaldando también la «sucesión de mando que se ha dado en el país», en clara referencia a la toma de mando de la presidenta Dina Boluarte. Pero como dijimos anteriormente, la ambigüedad del documento se expresa porque acto seguido se condenan «los asesinatos de los compatriotas abatidos en medio de las manifestaciones». Así como también se condena «el ataque perpetrado en contra de los miembros de la policía nacional». (El subrayado es nuestro) Asimismo, se afirma que no debemos «ser ajenos a las justas demandas de nuestros compatriotas que siguen postergados por la culpa de autoridades corruptas e incompetentes», y sin embargo líneas arriba se enfatizó a no dejarse envolver o engatusar por mensajes que incitan a la violencia y se reconoció positivamente la asunción de mando de Dina Boluarte, dejándonos con la duda respecto de cuál es el sentido específico de la carta pastoral de la IEPRP.
A continuación les dejamos copia de ambos documentos para que el público lector analice su contenido por sí mismo.
Por su parte, las iglesia evangélicas más tradicionales, han brillado por su ausencia, en cuanto a emitir opinión al público o proveer orientación a su feligresía. De manera aislada hemos identificado una carta circular del Sínodo de la Iglesia Evangélica Peruana (IEP) en Arequipa, una de las regiones donde la movilización social ha estado más activa. La carta invita a la feligresía a unirse en ayuno y oración por las situaciones de violencia, invoca a «respetar las disposiciones de nuestras autoridades según nuestra profesión cristiana», recomendando a la iglesia a «no participar en tumultos, principalmente a nuestros jóvenes, que eviten participar en movilizaciones de corte político». La carta de este Sínodo de la IEP nos ha dibujado claramente la manera que tiene de entender la situación en el país un amplio sector del liderazgo evangélico y por qué su recomendación pastoral termina siendo el llamado abierto a no involucrarse en acciones de protesta social.
Por su parte, el Concilio Nacional Evangélico del Perú, el otrora organismo representativo de una amplia mayoría de la comunidad evangélica, institución que recibiera el reconocimiento público de la Comisión de la Verdad y Reconciliación por su contribución a la defensa de los derechos humanos y el trabajo de pacificación del país, emitió un pronunciamiento, que nada más leer los versículos bíblicos que colocan como referencia central, uno inmediatamente identifica que el mensaje es: la responsabilidad de que el pueblo esté gimiendo la tiene el impío que ha estado gobernando, y encima de eso, quienes ponen en llamas a la ciudad con sus movilizaciones y protestas sociales son los malos, los escarnecedores. El documento afirma «nos estamos matando… como producto de posiciones radicales y cerradas», siendo su mayor exhortación a la constitución de «mesas de diálogo que permitan alcanzar acuerdos y soluciones viables» en una clara referencia a la iniciativa de la presidenta Boluarte de convocar a las iglesias a convertirse en su soporte religioso para la legitimación de su mandato, especialmente en las regiones donde la protesta social es más intensa.
Mientras los pronunciamientos iban y venían, las víctimas de la violencia alcanzaban también a los jóvenes evangélicos que empezaron a formar parte de la larga listas de pobladores asesinados por las fuerzas del orden. El primero de ellos fue Beckham Quispe Garfias, de 18 años, miembro de la Iglesia Evangélica Peruana y muerto en las protestas de la región Andahuaylas.
Junto con él, en la misma localidad de Andahuaylas, y en medio de las protestas en el aeropuerto de dicha localidad falleció otro joven evangélico, Cristian Rojas Vásquez, de 19 años, quien deseaba ser policía, pero terminó estudiando farmacia y a quien su hermana Noemí recuerda «tocando canciones evangélicas en su teclado y entonando alabanzas».
Finalmente, y hasta la fecha, el tercer caso es el de Josué Sañudo Quispe, de 31 años, hijo del pastor Germán Sañudo, traductor de la Biblia Quechua de Ayacucho. Su hijo Josué trabajaba cerca del aeropuerto de Ayacucho y al salir rumbo a su casa, habían manifestaciones cerca y fue alcanzado por una bala perdida, que le quitó la vida. Según el diario La República (19.12.22) el pastor no quiso brindar mayor información sobre las condiciones de la muerte de su hijo por «la estigmatización de una sociedad desinformada que tilda, sin mayor reflexión, a todas las víctimas, de personas violentas».
Mientras la fuerza de la realidad golpeaba de esta manera salvaje y absurda a este conjunto de familias evangélicas, contrasta la pasividad y el conservadurismo del pronunciamiento de las Federación de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú, un conjunto de denominaciones que abandonaron el CONEP en años anteriores por discrepancias internas, e integrada, entre otras, por Las Asambleas de Dios del Perú, el Movimiento Misionero Mundial y la Alianza Cristiana y Misionera, en cuyo documento se resalta el sometimiento de los cristianos a las autoridades rechazando «los actos ilegales de violencia y vandalismo que ya han cobrado lamentablemente vidas humanas». Efectivamente, fueron las vidas de muchos jóvenes, entre ellas las de 3 evangélicos tomadas a manos de la represión de las fuerzas del orden, a las que el pronunciamiento anima a seguir cumpliendo «con diligencia y honorabilidad» dichas funciones por las cuales las iglesias firmantes afirman «orar y continuar orando».
Al mismo tiempo el pronunciamiento de las mencionadas iglesias asume un carácter netamente político invocando a la comunidad internacional «a respetar nuestra soberanía e independencia, sin ejercer mayor injerencia o presión». Vale decir, se intenta impedir el observatorio internacional de las violaciones de Derechos Humanos en el Perú, legitimando las acciones represivas del gobierno de Boluarte.
En esa misma línea de ideas, el pronunciamiento de la Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú (UNICEP), organismo que viene apoyando abiertamente a los evangélicos políticos que forman de los grupos anti-derechos en el Perú, solicita a las iglesias explicar a su feligresía las consecuencias «de dejarse llevar por ideologías de muerte», una manera sutil de ejercer el famoso «terruqueo» de las organizaciones comprometidas con actos de protesta, empleando además el pronunciamiento un lenguaje contrainsurgente al pedir oración para «enfrentar al enemigo interno y externo que ha reiniciado sus actividades de terror, destrucción y muerte», invocando a la comunidad internacional a respetar «la transición de gobierno, recaída en la presidenta Dina Boluarte», ¿será que la función de UNICEP ante el gobierno de Dina Boluarte será de buscar su legitimidad tanto en el frente interno como externo, haciendo uso del capital religioso que tienen como iglesias cristianas en el país, frente a las acusaciones que se levantan contra dicha gestión por los crímenes arriba mencionados y las medidas anticonstitucionales que vienen realizando?
La respuesta de las organizaciones basadas en la fe (OBF) de trasfondo evangélico
No son los únicos pronunciamientos de las OBF evangélicas, pero a la fecha, es interesante contrastar el enfoque diferente de las narrativas de estas organizaciones respecto de la narrativa de las iglesias, lo cual ya nos está ofreciendo una pista interpretativa de cómo se construyen los discursos desde estos dos sectores.
Por un lado tenemos el clásico discurso eclesial con su formulación ambigua entre teoría y práctica, en algunos casos, en otros, lo que hallamos es la típica solución del no compromiso o de la «huelga social», es decir el fácil recurso de exigir el sometimiento a las autoridades, o la huida de este mundo. Para terminar, nos encontramos también con casos extremos donde proliferan los discursos abiertamente ideologizados de sectores religiosos que asumen una postura de defensa del orden interno y de conceder anuencia a las acciones violatorias de Derechos Humanos.
Por su parte, los discursos de las OBF están más orientados al desarrollo de la conciencia ciudadana y al fortalecimiento ético de la acción de los que contribuyen a la búsqueda de la justicia y la afirmación de la democracia a partir de su acción concreta en el mundo. La mayoría de veces estos discursos tienen que estar muy moderados o auto censurados por las propias OBF para evitar que las iglesias tomen distancia de ellas o abiertamente renuncien a participar de los proyectos que estas realizan en su beneficio, o en otros casos, la distancia ideológica de lo propuesto por el grupo más «progresista» termina volviendo difícil el entendimiento con los sectores eclesiales más tradicionales o complica la construcción de una base axiológica común para juzgar la realidad e intervenir en ella.
El Colectivo Cristianos Comprometidos, destaca la inefectividad de creer que la asunción del gobierno por parte de Dina Boluarte vaya a solucionar por sí mismo la polarización en que se encuentra el país y menos aún la crisis política que venimos experimentando. De manera puntual dicho colectivo establece la necesidad de «una reforma integral del capítulo político de la Constitución, y mejorar las reglas de juego de las futuras elecciones». Por lo cual, exige al Poder Ejecutivo «convocar a nuevas elecciones generales en el mas breve plazo posible». Evidentemente, este no es una narrativa que encontremos en ninguno de los pronunciamientos ni de las exigencias de las iglesias evangélicas.
Por su parte, la ONG Paz y Esperanza fundamenta su llamado al trabajo por la justicia en el país desde su pronunciamiento «Derecho a la protesta, respeto y diálogo transparente para evitar más tragedias», en las recomendaciones en el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), la cual caracteriza a la sociedad peruana en términos de «injusticia estructural» y «discriminación». Al no haber sido atendidas estas reformas institucionales se ha producido un desborde de parte de las demandas de la ciudadanía generándose un justo ejercicio de su derecho a la protesta, el cual ha sido inadecuadamente contestado por este gobierno con un «uso indiscriminado de la fuerza, generando más violencia».
Por lo cual Paz y Esperanza exhorta a un llamado al diálogo, al mismo tiempo que a la elaboración de una hoja de ruta que implique un cambio de las actuales autoridades, con lo cual es tácita su opción por el llamado a elecciones generales. Evidentemente, el contenido del pronunciamiento de Paz y Esperanza está orientado al público de sociedad civil, no necesariamente evangélico, el cual maneja no solo otro tipo de lectura de la realidad nacional, sino también un sentido utópico diferente respecto a los imaginarios evangélicos más tradicionales que priorizan asuntos como la obediencia a las autoridades, la defensa del orden social vigente, la resistencia al cambio social, el problema con la participación en actividades de protesta y la derechización de la opinión pública evangélica, problemas de sentido y significado que se han venido haciendo más difíciles de lidiar con, en la medida que la teología popular evangélica ha venido contribuyendo al detrimento del sentido profético de los dirigentes eclesiales y a mantener una distancia ideológica importante con los discursos y prácticas de la izquierda política en el Perú. Estos desencuentros hacen más amplias las brechas de entendimiento con los sectores eclesiales evangélicos y eso a su vez conlleva a un distanciamiento respecto de las feligresías evangélicas que se mantienen cautivas de las posiciones políticas conservadoras de sus líderes religiosos.
Terminamos este artículo señalando que la tendencia conservadora de los evangélicos contribuye al distanciamiento del compromiso activo con las grandes transformaciones que están por hacerse en este país; sin embargo, con el paso del tiempo vemos aflorar un discurso aun más peligroso para la afirmación de la democracia en el país, proveniente de sectores evangélicos (no solo conservadores) sino abiertamente fundamentalistas. En nuestro próximo artículo queremos explorar los acercamientos de los evangélicos políticos al gobierno de Dina Boluarte. ¿Estamos en camino a una defensa acérrima de la gestión de la violencia represiva en nombre de la salvaguarda del orden interno y de los intereses económicos y políticos de los más poderosos? No se pierda nuestro próximo artículo en el que estaremos analizando esta pregunta.
Este sábado 26 de noviembre, se llevó a cabo una gran marcha en conmemoración del 𝘿𝙞́𝙖 𝙄𝙣𝙩𝙚𝙧𝙣𝙖𝙘𝙞𝙤𝙣𝙖𝙡 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙀𝙡𝙞𝙢𝙞𝙣𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙑𝙞𝙤𝙡𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖 𝙘𝙤𝙣𝙩𝙧𝙖 𝙡𝙖 𝙈𝙪𝙟𝙚𝙧 enmarcada en un espacio autodenominado “libre de racismo, transfobia, bifobia, lesbofobia, racismo, capacitismo y cualquier tipo de violencia” por la Asamblea 25N (grupo de colectivxs e independientes), quienes organizaron de manera conjunta la actividad. Este tema además forma parte de una de las luchas que hacemos en conjunto con otras organizaciones sumadas a la Campaña “Desfundamentalízate” la cual está en preparativos para el venidero 2023.
En este sentido, deseo compartir el presente testimonio basado en mi experiencia, según mis inicios como feminista migrante. La marcha se mantuvo en un ambiente de alegría, compañerismo y vivacidad, a pesar de ser esta mi primera vez en una marcha del 25N, y además en un país que no es de mi origen, puedo afirmar que me sentí incluida, segura y acogida. La marcha logró el propósito de reunir a miles de personas quienes luchan desde diferentes espacios no solo geográficos, sino también institucionales en pro de una misma lucha.
Al momento de los preparativos, antes de salir a marchar se pudieron observar distintos espacios con los grupos alistándose, terminando carteles, pintándose el rostro, realizando actividades de preparación física y relajación. Igualmente, se apreció parte de la apertura a la marcha el acto cultural de la colectiva de Revolucionarias quienes nos mostraron su performance “encadenadxs”. También tuve la oportunidad de conocer personalmente a la reconocida activista afroperuana Sofía Carrillo, quien se mostró muy dinámica y cordial con quienes nos acercábamos.
Posteriormente, la marcha se enrumbó al ritmo de batucadas, se escucharon consignas como: “No más violencia” “No más impunidad” “No más injusticia para las mujeres”, así como las diferentes arengas feministas, que son un tipo de oraciones con frases alusivas al tema las cuales se hacen a viva voz y en tono solemne para enardecer o levantar los ánimos. Finalmente, luego de un poco más de 5 Km la marcha finalizó de manera pacífica, habiendo dado testimonio al Perú, de la importancia de erradicar la violencia contra las mujeres.
Para culminar, por mi parte, doy testimonio sobre mi experiencia en la marcha del pasado 26 de noviembre con las siguientes palabras: “Agradezco al colectivo de Primerizas por el apoyo previo de información y formación a quienes marchábamos por primera vez, logrando sentirnos en un ambiente de inclusión y apoyo. Igualmente agradezco a la Asociación de Pasos Firmes conformada por compañerxs migrantes quienes fueron mis acompañantes durante todo el recorrido, haciéndome sentir como en mi tierra, acobijada de mi bandera”.
En conclusión, la violencia no tiene distinción de raza, edad, género, nacionalidad, entre otras; y por lo tanto la lucha debe ser en alianza, como un frente unido contra quienes buscan vulnerar nuestro derecho a la vida, la seguridad y la igualdad.
Dialoguemos…Comparte con nosotrxs tu experiencia en la marcha del 25N. O cuéntanos ¿Qué opinas de marchar en representación de la lucha por la eliminación de la violencia a la mujer?