Conversando un día con mi colega y amigo Rolando Pérez respecto del desarrollo de los acontecimientos de los evangélicos en la agenda pública, veíamos con mucho pesar la pérdida de relevancia de diferentes organizaciones que, en otros momentos, fueron ejemplo de coherencia e integridad con sus ideales evangélicos, entre estas lamentablemente se encuentra el Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP).
No solo es preocupante la existencia de congresistas antiderechos involucrados en la política, que promueven leyes que perjudican la seguridad y la vida de las mujeres; que afectan libertades de la ciudadanía; o que promueven la impunidad de los violadores de derechos humanos en el Perú. De esos malos políticos evangélicos siempre hemos tenido en mayor o menor medida desde su llegada al poder con Alberto Fujimori y su partido, Cambio 90.
Lo penoso en este caso es que la organización que representaba a la mayoría de los evangélicos en el Perú, el Concilio Nacional Evangélico del Perú, sí el CONEP, reconocida como defensora de derechos humanos por el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), sea ahora quien con sus nuevos dirigentes, promueva y avale pronunciamientos y discursos contrarios al espíritu democrático y proderechos que le había caracterizado. Para más información sobre el rol del CONEP en el proceso de paz y reconciliación entre los años 1980 y 2000, se puede consultar el siguiente enlace: https://bit.ly/3FVq6Sg
Según informa la página de Facebook del Concilio Nacional Evangélico del Perú, ver: https://bit.ly/4lahGqG a inicios del mes de marzo se reunieron las directivas del CONEP y de la Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú (UNICEP) en un encuentro donde
… ambas organizaciones reafirmaron la importancia de la unidad entre las iglesias evangélicas y su compromiso de trabajar juntas en iniciativas que promuevan los principios cristianos, la solidaridad y la paz social en nuestro país. Además, se abordaron temas esenciales como la defensa de la libertad religiosa y la vigilancia frente a doctrinas que puedan afectar la fe y estabilidad de nuestra comunidad.

Lo escandaloso del evento no ha sido la reunión en sí de ambas directivas, sino el contenido de uno de los productos que de esa reunión ha surgido: el así llamado «Pronunciamiento CONEP-UNICEP con agenda común a favor de la unidad de la Iglesia Cristiana Evangélica». Puede consultarse el texto original en: https://bit.ly/43rzyXy
¿Qué de escandaloso hay en dicho pronunciamiento?

El documento firmado por ambos organismos (CONEP-UNICEP) señala la necesidad de «asegurar el cuidado de la libertad religiosa en el país, prestando atención especial al monitoreo de sectas que lleguen con doctrinas potencialmente peligrosas». Esta manera de concebirse a sí mismos como gendarmes de la correcta religiosidad evangélica es incompatible con el carácter amplio de las plataformas que dicen representar. ¿Serán las/los directivos del CONEP o quizás los de UNICEP quienes van a tener la autoridad moral y religiosa para hablar de «sectas con doctrinas potencialmente peligrosas»? ¿No son acaso el CONEP y UNICEP dos plataformas interdenominacionales que deben acoger a las diferentes expresiones de fe de las iglesias evangélicas en lugar de colocarse en el plano de descartar y desacreditar a los grupos con los cuales no están religiosa o políticamente de acuerdo? ¿Cuándo llegó el fundamentalismo al CONEP que ahora se creen en la posición de determinar el carácter «peligroso» de una doctrina?

Y siguiendo esta línea autoritaria, el mencionado pronunciamiento señala la importancia de «vigilar a aquellos grupos religiosos que, aunque puedan presentar una fachada protestante, propugnan enseñanzas que puedan distorsionar la fe cristiana y poner en riesgo la estabilidad social». Entonces, si seguimos su argumentación, estos grupos con doctrinas potencialmente peligrosas, son grupos protestantes que promueven enseñanzas que tienen dos tipos de consecuencias: a) son disidentes respecto de las doctrinas del establishment evangélico conservador y b) promueven acciones de protesta que ponen en riesgo la estabilidad social.
¿A quién o quiénes los directivos del CONEP-UNICEP pretenden intimidar? ¿A qué sectores dentro del protestantismo evangélico se pretende silenciar, primero porque no tienen las mismas creencias en materia religiosa y segundo, porque promueven la movilización ciudadana, constituyéndose en una voz alternativa y profética a las voces de estos directivos que se mantienen pasivos e indiferentes ante la injusticia promovida por los propios congresistas antiderechos?

¿Será acaso que este pronunciamiento es un guiño de respaldo a las políticas de tipo»mano dura» que el congresista Alejandro Muñante pretende promover? ¿No es acaso este congresista el que está utilizando la idea de «desestabilización social» y «desestabilización política» para promover sus disparates congresales? No es casualidad que este pronunciamiento se alinee con esta manera de ver el problema en el país y amenace a los grupos protestantes disidentes y no solo señale que hay que «monitorear» y «vigilar» las acciones de estos grupos, sino que se les acuse abiertamente de ser desestabilizadores del sagrado orden social que pretenden defender. ¿Cuál es el paso que sigue señores del CONEP y UNICEP? ¿La criminalización de la disidencia religiosa? ¿Van a perseguir a las «sectas protestantes» y acusar a sus dirigentes de promover el caos público o de ser agentes de desestabilización política? Sobre los malos dirigentes bien profetizó en las Sagradas Escrituras el profeta Isaías: «Ustedes tienen las manos manchadas de sangre y los dedos manchados de iniquidad. Sus labios dicen mentiras; su lengua murmura maldades». (Isaías 59:3)







