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Dialoguemos

La fe ante la violación de los Derechos Humanos: dos respuestas.

Por Miguel Ángel Castro

Se considera que la tradición de vestir a la imagen de la Virgen con indumentaria de luto inició alrededor de 1560 en Madrid, cuando María de la Cueva donó una vestimenta a la imagen de la Soledad. En dicho tiempo esa nueva iconografía causó mucha impresión en los madrileños, pues dicha iniciativa se replicó en diferentes ciudades (Fernández, 2014). Desde entonces, la virgen es vestida de luto en representación del dolor, como expresión de duelo, en circunstancias específicas.

El uno y dos de febrero de cada año se realiza la celebración de la Fiesta de la Virgen de la Candelaria en Puno. Sin embargo, este año la “Mamita Candelaria” se vestirá de luto, a causa de las 21 (La República, 2023) víctimas asesinadas por las Fuerzas del orden en medio de las protestas ocurridas en Puno. Este hecho marca un hito en la representación religiosa, puesto que, tradicionalmente la virgen es vestida de luto solo en semana santa, por la muerte de Jesús (y en algunas ocasiones, en noviembre, en el Día de todos los santos).

Virgen de luto, en un distrito de Puno, Ayaviri

El obispo de la diócesis de Puno, Alex Cano, afirma que la virgen “se mantendrá vestida de luto por todas las muertes registradas”. En el mismo sentido, José Morales, dirigente de una asociación afirma que “se deben cancelar los festejos hasta el próximo año (…) por solidaridad con Juliaca, Macusani e Ilave, Puno, debe dar el ejemplo” (La República, 2023).

En las vísperas de la misa central, la población se vistió también de luto y los acólitos llevaron las fotografías de los asesinados. Así, este luto representa una respuesta religiosa solidaria que abre la posibilidad de apaciguar el profundo dolor de los deudos.

La Virgen de la Candelaria de luto y las fotografías de los asesinados. esta fotografía fue tomada de la página web de la misión Maryknoll en Perú, en una carta enviada al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, pidiendole que «detenga temporalmente la asistencia de seguridad de los Estados Unidos al Perú como un fuerte mensaje de apoyo a los derechos humanos básicos de los ciudadanos peruanos«.

Durkheim (2000) afirmaba que el proceso del duelo y los ritos asociados a este, intensificaban las emociones compartidas por los deudos. De manera que este gesto religioso en Puno, propicia la unión social, al canalizar el dolor de forma controlada. De esta forma, la fe activa mecanismos sociales de solidaridad y comparte el dolor de una comunidad, amplificando los efectos a los asistentes, espectadores y demás participantes (Fernández y Gómez, 2020). El dolor de Puno es el dolor del Perú. Una población vestida de negro refleja el profundo dolor acaecido por la muerte de los hijos del pueblo.

La población vestida de negro. Palacio y Bernal (2019) afirman que «el color negro como símbolo de luto, las manifestaciones emocionales por la pérdida, el silencio, la restricción y el control de emociones de alegría y festejo (…) son una demostración de respeto por la memoria del difunto» (Resaltado nuestro). Respeto por los muertos que está ausente en el benefactor de la PNP, Jorge Lazarte, quien afirmó con tono cercano al fascismo: “Si hay muertos como consecuencia de delitos, entonces esos muertos están bien muertos“ (El buho, 2023).

Esta respuesta es coherente con el tipo de muerte que padecieron los asesinados. En efecto, se considera que existe dos tipos de muerte (Palacio y Bernal, 2019), los cuales determinan las diferentes dinámicas de duelo. Está la muerte esperada y la muerte súbita.

La primera se da cuando hay enfermedades graves o ante la presencia de la vejez avanzada; la segunda se da cuando la muerte sucede, por ejemplo, a causa de un accidente. Para cada caso se desatan rituales diferentes. Cuando una persona muere por enfermedad terminal o vejez, el sufrimiento llega a una conclusión, como si fuera el desenlace de un nudo; en cambio cuando alguien muere de forma repentina, no hay lugar para la despedida, hay una sorpresa de la vida cortada de raíz, hay extrañeza profunda, se dan sentimientos de ira, venganza y desesperación (Palacio y Bernal, 2019).

En el primer caso el sufrimiento trasciende la muerte, pero se resuelve con ella; en el segundo, el sufrimiento cae como una avalancha después de la muerte, por lo cual se requieren estrategias de control social del dolor, como los que se realizaron en Puno, en medio de todas las actividades litúrgicas en honor a la Virgen de la Candelaria.

Se aprecia en este primer escenario a la religión, como un factor solidario, un canal comunitario para la expresión del dolor. Aquí, la religión se mostró solidaria con los deudos, desplegando una serie de actividades que manifestaban interés y empatía.

Por otro lado, los Obispos del Perú se pronunciaron por las muertes producidas en las protestas de Puno y llamaron al diálogo para la paz, en un pronunciamiento emitido el 9 de enero, titulado, “No Matarás”. En dicho pronunciamiento reprueban la muerte de “12 compatriotas hasta el momento” y lamentan la desnaturalización del derecho de la protesta, así como el uso desmedido de la fuerza, haciendo una clara alusión a las fuerzas del orden.  Fuera de esta y otras declaraciones de protesta, la respuesta de la Iglesia católica (y la evangélica también), salvo honrosas y pequeñas excepciones, ha sido deplorable.

Primer pronunciamiento de la Conferencia Episcopal Peruana

En ese contexto de muerte, impunidad y centralismo, las regiones se percataron de que su voz sería oída solamente en Lima y que allí las protestas no serían reprimidas con violencia y mortandad. De esa manera, se organizaron y varias delegaciones de manifestantes viajaron desde Cuzco, Ayacucho, Huancavelica, Andahuaylas y Puno, con destino a Lima, con el objetivo de ejercer su derecho a la protesta. sin embargo, no tenían dónde pernoctar.

Fue la Universidad Nacional Mayor de San Marcos la que brindó el hospedaje para cientos de compatriotas. A la vez, centros solidarios*, algunos colectivos y el partido Nuevo Perú activaron sus redes de solidaridad para responder humanitariamente ante las necesidades de alimento, abrigo y protección. Se desplegó una red de activistas que tocaron las puertas de iglesias, comunidades de fe, colegios y la mayoría de ellas negaron la ayuda necesaria.

Mientras tanto, el 19 de enero, la Union de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú (UNICEP) y el Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP), dos asociaciones representativas de las iglesias evangélicas en el Perú, desarrollaban un culto de oración virtual, desde Puno (!). Lo más deplorable de este culto, no fue la distorsionada lectura de la realidad nacional, no fue la pésima hermenéutica que utilizaron para elaborar sus mensajes, no fue el discurso complaciente con el gobierno de turno, lo peor de todo fue la identificación de los manifestantes con las fuerzas del mal, pues según el presidente del CONEP, Eduardo Concha, la violencia es causada por Satanás (CONEP, 2023).

Afiche promocional del culto de oración.

Si el discurso hegemónico vertido en los medios de comunicación y en el gobierno, estigmatizaba las protestas caracterizándolas como actos terroristas, la iglesia evangélica, en boca de su representante, satanizaba a los protestantes. Así, las manifestaciones se enfrentaban a dos fuerzas poderosas de carácter simbólico y simbiótico: se los tachaba de terroristas y de manipulados espiritualmente.

Es curioso, que el discurso de Concha se centrase en dos puntos, la estigmatización y el posicionamiento. Por un lado, satanizó la violencia ejercida por los manifestantes (sin distinguir entre la legitimidad de los manifestantes y la presencia de infiltrados). Por otro lado, presenta a la comunidad evangélica ante la opinión pública como actor de paz y amor. Según él, la labor de los evangélicos debe ser de paz y amor, oponiéndose a su caricaturización de las protestas.

Curiosa presentación, puesto que la paz no puede darse sin justicia y el amor sin acciones es un significante vacío: ni una mención a los muertos en Ayacucho y Puno; ni un céntimo en donaciones, ni un grano de arroz para alimentar a los compatriotas, ni un centímetro cuadrado para hospedar a los hermanos de regiones.

Aún más, el discurso de Concha, al carecer de una voz crítica, al no presentar indignación por la muerte de peruanos y peruanas, se convierte en panfleto legitimador del poder y los convierte en portavoces religiosos del gobierno de turno, en garantes de la impunidad y perpetuadores de la crisis democrática que padece el país.

Así, en el espacio socio religioso, vemos dos reacciones totalmente opuestas ante la violación de los derechos humanos. Por un lado, encontramos que los sentimientos religiosos derivados de la fe, producen solidaridad, lazos comunitarios para la expresión del duelo, protesta ante el uso desmedido de la fuerza. Por otro lado, vemos palabras huecas, puertas cerradas y complicidad con el deslegitimado gobierno y con las violaciones de los derechos humanos, vemos estigmatización religiosa de las protestas y autoproclamación de un liderazgo espiritual inexistente.

*Por motivos de seguridad, no se mencionan los nombres de los lugares donde descansaron nuestros compatriotas, puesto que la PNP hostigó los espacios donde se alojaban los compatriotas.

Referencias