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María Maricón

Esta semana tuve la oportunidad de ver la obra «María Maricón» de Gabriel Cárdenas Luna, el joven estudiante de la Pontificia Universidad Católica del Perú, cuyo afiche causó un sobresalto mayúsculo en una universidad que primero había programado la presentación pública de la obra y que luego la censuró, a partir de las quejas y presiones de un sector de la sociedad civil y de algunas autoridades de esa propia casa de estudios.

Sin haber presenciado los contenidos de la obra, los «críticos» argumentaban que «María Maricón» era en sí misma una ofensa a la Virgen María, a quien supuestamente debía dirigirse el mencionado título. Tratando de revertir una coyuntura que les era desfavorable en ese momento por el cierre del Sodalicio y la censura a la figura de Juan Luis Cipriani del Opus Dei, un sector del catolicismo integrista salió a las calles a «rezar».

Bueno en realidad salieron a protestar y, como era de esperarse, sectores de gobierno como el Ministerio de Cultura, ante el temor y la presión, cedieron y terminaron desautorizando la propia Resolución que dicho sector había emitido antes, la cual calificaba la obra como espectáculo público.

La realidad de las cosas era que la obra (ahora que la he visto) no tenía como propósito ofender a la Virgen o las creencias de un sector de la población peruana que se identifica como católica. Uno descubre en el transcurso de la función que «María Maricón» no se refiere a la Virgen María, sino que es el insulto que Gabriel Cárdenas recibía por parte de las personas que lo discriminaban cuando era niño y lo querían hacer sentir mal por ser gay.

Definitivamente, hay en «María Maricón» una fuerte crítica a las instituciones religiosas que esconden su homofobia detrás de vanos argumentos teológicos o religiosos. Es bien cierto que la mayoría de iglesias cristianas en el Perú se alinean con la cultura patriarcal y ofrecen una mirada -en el mejor de los casos- de condescendencia hacia la población LGBTIQ+. En otros casos, el desprecio que muchos cristianos/as sienten por las personas de la diversidad sexual les lleva a expresar odio y discriminación hacia esta comunidad. Eso, sumado a una actitud de desprecio por la vida de las personas que son diferentes a la mayoría heterosexual en el Perú, pone en riesgo a los integrantes de la diversidad sexual, ante los brotes de violencia y hasta los crímenes de odio, que son alentados indirectamente por el discurso religioso de los pastores y sacerdotes irresponsables. Por ejemplo, recuerdo el caso del pastor Rodolfo González cuando decía en uno de sus sermones que la Biblia enseña que, «si ven a dos mujeres teniendo sexo, hay que matarlas a ambas».

Me gustó la obra porque en medio de las sombras de la religión que discrimina, mediante recursos como la danza, la actuación y los símbolos utilizados, Gabriel Cárdenas y sus colegas son capaces de transmitir rebeldía, protesta, indignación y, sobre todo, esperanza. Esperanza de que las cosas pueden ser diferentes en un Perú libre de Fundamentalismos, donde las personas pueden ser libres de vivir y amar de acuerdo con su orientación sexual e identidad de género, viviendo con los mismos derechos y libertades que los heterosexuales gozamos. Un Perú donde quepamos todos, viviendo en democracia y una iglesia que celebra el ejemplo de Jesucristo liberador y no se presta a los juegos de odio de los grupos antiderechos.